Asunción Borrás, vicepresidenta del directorio de la Asociación gremial de Hidrógeno H2 Chile, dice que Chile es un país pionero en la región en el desarrollo de esta industria, pero ve algunos desafíos.

Si hay algo —de lo que poco se habla— que ha permitido el desarrollo de la industria de energías renovables y, sobre todo, la del hidrógeno verde, es la presencia de mujeres que participan en esta transición desde posiciones de liderazgo. “Yo soy una de ellas y acá he podido hacer lo que me gusta: aportar mi granito de arena en la lucha contra el cambio climático”, dice Asunción Borrás, vicepresidenta del directorio de la Asociación gremial de Hidrógeno H2 Chile desde 2020.

La asociación fue fundada en 2018 con el objetivo de posicionar a Chile como uno de los países líderes en la producción y exportación de hidrógeno verde y también su uso industrial, comercial, residencial y de movilidad. Y la conforman, además de miembros del sector público y académico, un total de 100 empresas privadas, en las que Borrás destaca la participación de mujeres.

Borrás se mudó de Sevilla, España, en 2007 para vivir en México donde pasó a trabajar con Engie. Actualmente es Head de Desarrollo de Negocio de Hidrógeno en la compañía y lidera el desarrollo de proyectos de hidrógeno renovable en Chile, país al que llegó en 2017 para trabajar en el parque eólico Calama, en la región Antofagasta, que ya se encuentra operativo. “Es uno de mis bebés”, dice en conversación con Forbes.

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Desde Engie ha trabajado en la materialización del proyecto con Walmart en la industria de la movilidad. Y lo pone de ejemplo para resaltar que el hidrógeno verde no es un sueño a largo plazo, sino una realidad y, además, “Chile es un país pionero en esto”.

Se trata de 189 grúas horquillas que funcionan en el centro de distribución de Walmart de Qulicura, cuyas baterías son alimentadas por hidrógeno verde, en lugar de las tradicionales pilas por combustible. “Esto tiene un sentido económico porque hace mucho más eficiente la operación de la grúa. El tiempo de recarga del hidrógeno como combustible es mucho menor al tiempo que tenían las baterías de antes. Algo así se quiere hacer en los equipos móviles del aeropuerto”, indica.

Actualmente, en Chile hay 54 proyectos en marcha con hidrógeno verde, entre los que se incluyen el de la empresa HIF con Porsche y el de Engie con Walmart. Esta industria podría generar —según estimaciones de la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde— hasta 330 mil millones de dólares en oportunidades de inversión privada y unos 30 mil millones de dólares en exportaciones al 2050.

No hay vuelta atrás

Los cuestionamientos sobre si efectivamente el hidrógeno verde es algo que se podrá desarrollar, más allá de proyectos puntuales, o de si es rentable, no faltan. Para la ejecutiva, esto se asemeja a cuando partieron las energías renovables. “Encontrabas dos posturas: las que tenían la visión de que era el futuro y las que creían que nunca se iba a desarrollar. Y sí, se desarrolló con apoyo público y privado. Estamos en el mismo punto con el hidrógeno verde y yo no veo vuelta atrás al desarrollo de la industria. Los que trabajamos en el sector de la energía, vemos la importancia que tiene, sobre todo, para ayudar a descarbonizar sectores que no pueden electrificarse, como el de la aviación”.

Borrás también pone como ejemplo los cuestionamientos que tuvieron los paneles fotovoltaicos, que eran pequeños, de poca producción y muy caros. Ahora pasa lo mismo con los equipos de electrólisis, que no son nuevos y siempre han sido parte de un proceso intermedio de producción, no del objetivo final. “Estos equipos también son pequeños, de una producción casi manual y bastante caros, pero hay varias empresas invirtiendo en estos equipos de mayor envergadura e industrialización y que harán que el costo de la producción de hidrógeno, baje”, comenta la ejecutiva.

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Los desafíos

A pesar de lo avanzado que va Chile en este tema, junto a otros países de la región como Brasil, Uruguay y Colombia, Borrás contempla un par de desafíos importantes en el país.

El primero es la tramitación de los permisos ambientales y sectoriales, cuya burocracia hace que los procesos sean mucho más pesados y lentos; esto no va acorde con la tecnología de la industria que se mueve muy rápido.

El segundo tiene que ver con el fomento de la demanda interna. “Vemos que es la mejor forma de que se desarrolle la industria y después poder dar servicios a la demanda de exportación”, agrega.

En todo caso, desde espacios como la asociación y con la colaboración de los sectores, estos puntos pueden resolverse para continuar trabajando en el desarrollo de esta industria y la transición energética que se han puesto como meta varios gobiernos en el mundo.

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