La aventura en la Antártida inicia en los límites de Punta Arenas. Aquí, los futuros tripulantes del World Explorer arriban para iniciar con los preparativos que exige una travesía de estas dimensiones.
Es en Punta Arenas donde se reúnen los viajeros antes de iniciar una travesía a la Antártida. Aquí se ofrece una inmersión anticipada a la exploración por venir, con lujo de detalle. Aquí también se recoge una tarjeta de viaje con información esencial de cada viajero que será llave de camarote, pase de entrada y salida del barco y el souvenir ideal que dará constancia del paso por esta región fantástica que algunos consideran el fin del mundo.
El arribo al continente antártico se realiza a bordo de un avión-pingüino (atendiendo al dibujo que ostenta en la superficie el aeroplano) que aterriza en King George Island. Al descenso se pisan tapetes antisépticos que aseguran la higiene de los primeros pasos en tierra firme, poco antes de abordar un camión que conduce a la orilla del mar, cerca de un barco imponente que aguarda por sus tripulantes.
Al cabo de unos minutos, el esperado ascenso al World Explorer, de Quark Expeditions, se realiza a través del zódiac, y así se surca por primera vez el océano austral, ese donde el Pacífico sur linda con las aguas del Atlántico e Índico.
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EL BAILE DE LOS PINGÜINOS
Al iniciar el día, poco antes del inicio de las exploraciones a bordo del zódiac, muchos tripulantes suben al piso siete del barco, donde se ubica un confortable espacio de observación que permite admirar el entorno a cielo abierto.
Llegado el momento, las excursiones a bordo del zódiac ofrecen una inmersión total en la Antártida. Todas se realizan por grupos de 10 personas, idealmente dos veces al día (atendiendo a las condiciones del tiempo) y se clasifican en colores que son asignados al arribo.
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Al mando del zódiac, un capitán australiano augura el encuentro con pingüinos y lobos marinos mientras avanza velozmente hacia el borde rocoso que rodea a una serie de colinas; el paisaje se hace más nevado a medida que el bote amarillo se adentra en el horizonte y los tripulantes se convierten en fotógrafos de naturaleza.

Ellos quieren capturarlo todo con sus cámaras y smartphones. Y así logran grabar el nado sincronizado de una parvada de pingüinos que brinca en el agua muy cerca, a solo unos metros de distancia. Todos nadan y saltan como niños traviesos, tal vez sorprendidos por aquellos visitantes que iluminan su mirada ante la estampa acuática.
Después del baile de los pingüinos, la cercanía con algunas formaciones de hielo revela una singular gama de azules tiñendo el hielo intensamente. Una textura singular reviste el interior de esas formaciones flotantes, como si fueran millares de huellas pequeñas impresas en la superficie helada.
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El zódiac regresa al barco custodiado por el ejército de pingüinos y la sed de aventura se nutre con una charla de naturaleza en el salón de eventos. El encuentro con la naturaleza en estado puro de la Antártida habrá de marcar a los viajeros de por vida.