El cambio climático es una realidad y en Chile la sequía es una de las principales consecuencias. Frente a este escenario, los viñedos han estado buscando la forma de ser más eficientes en su consumo de agua y, por lo tanto, en su producción.
La sequía ha sido un problema que ha estado enfrentando Chile en los últimos años. Aunque el invierno de este 2023 ha sido lluvioso, en general, la escasez de agua ha incidido en muchos ámbitos, sobre todo en los cultivos agrícolas.
En el caso de la industria vitivinícola, la sequía ha dejado consecuencias en un menor peso de racimos de uvas y, por consiguiente, un menor rendimiento. Sin embargo desde Wines of Chile —gremio que trabaja en conjunto con la Asociación de Vinos de Chile— la producción de vino en el país “se ha mantenido relativamente estable”, bordeando los 1.200 millones de litros en los últimos cinco años. Y Chile ocupa el cuarto lugar entre los mayores exportadores de vino del mundo, según Statista.
En los campos ubicados al norte del país, específicamente en Ovalle, es donde los viñedos han sido menos productivos para Viña Santa Rita. En el caso de Buin e Itahue, solo el año pasado, la viña (fundada en 1880) vio una disminución de la producción por falta de agua, mientras que en el resto de sus cultivos ubicados en Colchagua, Cauquenes y Alhué se ha mantenido constante, dice a FORBES Andrés Lavados, gerente general de la viña.
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De acuerdo con la entidad gremial, la exportación de vinos de Chile en el año 2022 fue de 832 millones de litros, por un valor de 1.910 millones de dólares. Para el mercado interno, se estima un consumo en 2022 de 246 millones de litros, por un valor de 960 millones de dólares (sin impuestos).
Según un informe publicado en octubre de 2022 y realizado por la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales (Subrei) y ProChile, Chile se posiciona como el mayor proveedor mundial de 26 productos entre los que, además del cobre, destaca el vino. Chile exporta vino a Brasil, Estados Unidos, Reino Unido, China, Japón y México, entre los mercados principales.
Pero el 2023, señala Angélica Valenzuela, directora comercial de Wines of Chile, ha sido un año muy complejo para el comercio de vinos. “La pandemia dejó consecuencias en la cadena de suministro, con alzas de costos y problemas en la distribución de productos, incluido el vino, a lo que se sumó la guerra en Ucrania y la crisis energética. Esta combinación de factores agudizó las presiones inflacionarias en el mundo e impactó el crecimiento económico a nivel global”.
Y, en efecto, hasta el mes de julio de 2023 se ha registrado un marcado retroceso en las exportaciones de vino embotellado desde Chile, con 23,8 millones de cajas enviadas al mundo y un retorno de 703 millones de dólares, lo que representa una disminución de -24% en volumen y valor, en comparación con el mismo período del año anterior.
“Varios de nuestros mercados de destino lidian, en mayor o menor medida, con un menor crecimiento, inflación, sobre stock y las dificultades para su financiamiento, entre otros, además de una disminución del consumo de vino frente a otras bebidas alcohólicas”, sentencia Valenzuela.
En el caso específico de Viña Concha y Toro (fundada en 1883), una de las principales productoras de vinos de Latinoamérica, con más de 12.000 hectáreas de viñedos en Chile, Argentina y Estados Unidos, las ventas cayeron un 9,2% llegando a los 201.649 millones de pesos chilenos durante el segundo trimestre de 2023. La ganancia bruta bajó un 14,4% hasta 73.033 millones de pesos chilenos y el ebitda retrocedió un 38,2% hasta los 19.689 millones de pesos chilenos.
Por su parte, Viña Santa Rita aumentó la facturación en mercado local un 2,1%, pese a una baja del volumen comercializado de 9,2%, que fue compensada por un aumento de un 12,4% del precio promedio, de acuerdo con Lavados.
En tanto, las exportaciones registraron una caída en la facturación producto de un menor volumen de cajas embarcadas, lo que explica fue por una acumulación de stocks en la cadena de distribución y una contracción de la demanda en los mercados más relevantes.
En contraste, a Viña VIK le ha ido bien este año. Andrea García, gerente de Marketing, dice a FORBES que solo en 2023 han tenido un crecimiento sobre el 50%. “Esto se debe principalmente a que hemos mantenido nuestro foco y estrategia, que es posicionarnos en los tramos altos de precio, manteniendo un precio promedio sobre los 200 dólares FOB (Free on Board). La categoría se ha premiumizado, por lo que es clave para nosotros seguir fortaleciendo nuestra marca en los mercados clave”.
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García afirma que los segmentos que se han visto más afectados son los de menor precio o vinos masivos, es decir, aquellos que tienen un valor bajo los 30 dólares FOB. VIK espera lograr un crecimiento del 15% para este año y para el 2024 aspirar a un comportamiento similar.
Para Wines of Chile, la desaceleración económica que atraviesa el país, el aumento de costos y la disminución en niveles de consumo son factores de peso que impedirán recuperar la caída de la industria este año, por lo que a finales de 2023 esperan cerrar con decrecimiento en los mercados prioritarios.
Sin embargo, son optimistas. Si bien es difícil hacer proyecciones a largo plazo en medio de la incertidumbre política y económica que mantiene Chile, “se han tomado medidas de recuperación, se están captando nuevas oportunidades en los mercados, se están produciendo innovaciones en modelos logísticos y de distribución, y lanzando nuevos productos en respuesta a nuevas tendencias y necesidades del consumidor”, señala Valenzuela.
Ante un escenario climatológico y económico menos favorable, la tecnología es hoy una de las claves de la competitividad de la industria vitivinícola chilena. Ya desde hace algunos años los viñedos han tenido que implementar —tanto en los campos como en el proceso de producción— soluciones tecnológicas para crear soluciones que les ayuden a mitigar los daños ocasionados por el cambio climático.
Las viñas han incorporado prácticas de reutilización de agua en las bodegas y han puesto especial atención en la optimización del riego, con base en modelos de información meteorológica y viticultura de precisión.
“También se han implementado algunos manejos de canopia y el establecimiento de cubiertas vegetales. El cuidado del suelo es muy relevante, independientemente de las condiciones climáticas, y se debe poner especial atención a los aspectos físicos y biológicos, asegurando óptimas condiciones en los niveles de materia orgánica y diversidad biológica”, detalla Valenzuela.
Seleccionar las mejores plantas para alcanzar una longevidad mayor de los viñedos y aumentar la producción, disminuir la cantidad de agua en el riego, mitigar las emisiones de gases, determinar la calidad del vino e incluso predecir el tiempo de fermentación, o eficientizar procesos como el envasado son algunos de los beneficios que está permitiendo la tecnología en esta industria.
Estas son las características específicas que ha desarrollado Viña Concha y Toro a través de su Centro de Investigación e Innovación creado hace ocho años, con una inversión inicial de 5 millones de dólares y ahora con un presupuesto anual de 3 millones de dólares.
El área tiene un laboratorio, una planta piloto, una bodega experimental de vinificación a pequeña escala, donde se producen hasta 250 litros de vino blanco y 750 litros de tinto, y un centro de extensión que permite entregar y presentar los resultados, además de realizar actividades con productores y enólogos.
Por su parte, Viña VIK está trabajando desde 2013 para adelantarse a escenarios en los que no cuenten con agua. A través de seguimientos científicos y estadísticos, buscan tomar las mejores decisiones. “Degustamos mediante microvinificaciones para ir viendo la evolución y así tomar decisiones en cuanto al manejo de agua en los viñedos. Con un mal uso del agua, la producción podría caer 5%, pero creemos que más que los rendimientos bajos, lo verdaderamente relevante es cómo manejar y controlar el uso de agua para llegar a la calidad ultrapremium de nuestros vinos”.
La estrategia clave de Viña VIK fue trabajar para que las raíces de las parras/vides sean profundas y así un 50% de la planta no necesite riego. “El tener raíces más largas hace que las plantas se conecten de mejor forma a los suelos, rocas y minerales presentes bajo la superficie. Así van consiguiendo humedad y entran en un balance hídrico de producción. En los últimos cinco años ya ha habido menos agua (por el terremoto y otras situaciones externas), por lo que hemos comprobado que nuestras estrategias han dado los resultados esperados. Existen, además, pozos de acumulación, que nos permiten estar preparados para los meses más secos del año”, especifica la ejecutiva.
Viña Santa Rita firmó un convenio con la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile de Osorno con el fin de estudiar la producción de vinos en la región de Los Lagos. La idea es poder plantar un viñedo experimental con variedades de ciclo corto adaptadas a climas fríos e incluir variedades híbridas no viníferas resistentes a enfermedades.
EL FOCO DE LA SOSTENIBILIDAD
En esta misma línea de tecnología y soluciones, las viñas, como casi todas las industrias, están concentrando parte de sus esfuerzos en generar una producción mucho más sostenible. Desde la Viña San Pedro Tarapacá han trabajado en la gestión de residuos, ecodiseño, energías renovables, conservación de la biodiversidad, viticultura sostenible y gestión hídrica, con el fin de alcanzar la carbono neutralidad al 2050.
“Somos conscientes de que el cambio climático y las prolongadas sequías nos retan a utilizar este recurso de manera más eficiente. Por eso, nos hemos comprometido a lograr un 100% de conciencia hídrica para 2030. Esto implica la implementación de un sistema de riego tecnificado al 100% en nuestras operaciones en Chile y Argentina, respaldado por tecnología que garantice una mayor precisión en el uso del agua”, señalan desde VSPT.
Optimizar la luz natural, iniciativas con la comunidad y pequeños productores de la zona para abastecer el hotel y restaurantes, además de huertos orgánicos, también forman parte de las acciones sostenibles que está realizando Viña VIK.
Esto se suma a lo que está haciendo Viña Santa Rita en este ámbito, como incorporar paneles fotovoltaicos en campos, reciclar el 95% de las plantas desde el 2021 (lo que significa una reducción de 790.000 kilos que no van a vertederos), llevar a cabo medidas para la conservación de 1.149 hectáreas denominadas áreas de alto valor ecológico y 3.983 hectáreas de cobertura vegetal para la conservación del suelo y la reducción del uso de herbicidas en un 75%.
“Hay un compromiso transversal y esto se refleja en los diferentes proyectos asociativos e individuales para asegurar la producción sostenible de nuestros vinos y también en las 87 empresas vitivinícolas certificadas en nuestro código”, dice Valenzuela de Wines of Chile.
“Actualmente, más del 80% de las exportaciones de vino embotellado proviene de estas viñas, que cuentan con estrategias que van desde el manejo del viñedo y la producción de vino, hasta las actividades derivadas del enoturismo. Seguiremos trabajando en esta línea, sumado a nuevos proyectos de cambio climático, agricultura regenerativa, modelos predictivos de enfermedades, reducción de consumos de agua y manejo de la biodiversidad, entre otros”, añade.
UN NUEVO CONSUMO: MAYOR CALIDAD Y MAYOR CONCIENCIA
Don Melchor 2020, uno de los vinos premium de Concha y Toro, fue elegido por la revista ROBB REPORT como uno de los 17 vinos más prestigiosos del mundo, siendo el único chileno en el listado. Y, pensando en la mezcla de un consumo premium, pero también accesible a los cada vez más jóvenes que se suman, nació Diablo, que ha tenido muy buen recibimiento tanto en el mercado local como a escala internacional y ha impulsado las ventas de la viña.
También se ha incentivado el consumo de vinos orgánicos, sobre todo en el exterior, a través de viñedos que no usan productos químicos en el cultivo y vinificación y con el crecimiento de la sostenibilidad en los distintos procesos.
A pesar de la inestabilidad que presenta la economía en el país, el rubro vitivinícola mantiene el optimismo y está alerta ante las nuevas tendencias. Un ejemplo de esto es el auge del consumo premium: vinos de mayor calidad.
Hay un nuevo segmento denominado engage explorer; adultos jóvenes de mayor poder adquisitivo, que están en búsqueda de nuevos vinos, estilos, sabores y dispuestos a probar cosas nuevas y diferentes queriendo invertir en productos más premium, indica Lavados. La industria de vinos está abierta y más que dispuesta a seguir adaptándose y transformándose.
