Aunque cada persona es distinta, hay patrones que reaparecen con una claridad entre los emprendedores exitosos, que ya no se puede atribuir al azar.

He tenido el privilegio de acompañar de cerca a fundadores que han transformado el ecosistema emprendedor e innovador en Chile. Personas que han creado mercados donde antes no los había, levantado capital en condiciones impensadas y construido equipos que hoy lideran industrias. En esa cercanía he podido observar algo en común: ciertos hábitos, no siempre espectaculares, pero profundamente consistentes, que permiten sostener el éxito más allá de los ciclos, las crisis o la euforia inicial.

No se trata de fórmulas, ni de rutinas sacadas de libros de autoayuda. Son decisiones que, repetidas con disciplina, configuran una forma de liderar. Y aunque cada persona es distinta, hay patrones que reaparecen con una claridad que ya no se puede atribuir al azar.

Acá, cinco hábitos que explican por qué algunos logran lo que otros sólo intentan.

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Tienen una relación radical con el foco: Los líderes que sostienen el éxito en el tiempo tienen gran capacidad para proteger la atención. No hablo sólo de concentración, sino de una negativa explícita a gastar energía en lo que no suma. Imposible verlos discutiendo en reuniones improductivas o participando de conflictos internos sin propósito. El foco no es un rasgo de personalidad, es una decisión operacional. Y es lo que permite que, aún en entornos caóticos, mantengan el rumbo claro.

Cuidan el lenguaje como parte de su liderazgo: No es casual que muchos eviten ciertos términos, porque entienden que el lenguaje configura estados mentales. No dicen que algo es imposible, sino que aún no está resuelto. Esta forma de expresarse, que inicialmente puede parecer un optimismo superficial, es en realidad una forma de modelar el entorno. Saben decir que no, y lo hacen con claridad, sin dramatismo. La comunicación es un apéndice de su liderazgo y una herramienta central.

Procesan el error con velocidad y sin culpa: Equivocarse no los inmoviliza. Tampoco los define. Quienes lideran procesos innovadores saben que los errores son parte del camino. La diferencia está en la forma de responder: no se instalan en el error, lo procesan. Observan, ajustan y avanzan. Sin justificarse. Sin excusas. En culturas organizacionales donde el miedo al error paraliza, esta habilidad se convierte en una ventaja competitiva.

Aprenden todo el tiempo: Algunos están cursando un posgrado, otros leen compulsivamente, varios se suman a programas de formación intensiva. Pero el aprendizaje no termina ahí. También lo encuentran en experiencias inesperadas: una clase de gimnasia, viajes, una caminata en silencio por un cerro, una conversación con alguien que piensa distinto, incluso lanzarse en paracaídas. Todo lo que estimula el cerebro y expande la percepción es parte del proceso. Se trata de mantenerse en movimiento, con la mente permeable a nuevas formas de pensar y decidir.

Hacen pausas reales: Las personas que lideran con claridad disfrutan, descansan, se dan espacios. Lo hacen con intención. Entienden que el ocio, el silencio, el tiempo con los suyos o incluso el simple acto de no hacer nada pueden ser claves para volver a mirar las cosas con perspectiva. Pocas veces toman decisiones importantes con la cabeza saturada. Pausan para recobrar el foco. Y porque han aprendido que, en su rol, la claridad es tan escasa como valiosa.

El liderazgo real se sostiene en la coherencia cotidiana. En cómo se gestiona el tiempo, se protege la energía y se cultiva la perspectiva. Al final, lo que diferencia a quienes construyen algo que perdura no es cuánto hacen, sino cómo lo hacen. Y casi siempre, ese “cómo” está en sus hábitos.

*La autora es Directora Ejecutiva Bee Partners