El país necesita una transformación cultural donde la transparencia y la ética sean valores innegociables, más aún cuando afecta directamente a la calidad de vida de los ciudadanos y al desarrollo económico del país.
El reciente informe de “Transparencia Internacional” expone una realidad preocupante: Chile ha caído al puesto 32 en el ranking de percepción de la corrupción, calificado con el puntaje más bajo desde la década de los 90. Este deterioro no es un fenómeno aislado ni accidental, sino que el lamentable reflejo de múltiples casos que año a año, han ido minando la confianza en las instituciones públicas y privadas, revelando una crisis de integridad que debe ser enfrentada con urgencia para recuperar nuestra reputación. Sin embargo, esta negativa fotografía social, hay que combatirla con determinación y sin dobleces, ya que es una oportunidad para reflexionar como país respecto a cómo revertir esta tendencia y cómo fortalecer la transparencia y la confianza en nuestras instituciones.
Desde Pacto Global Chile, impulsamos el Principio 10, sobre anticorrupción, que insta a las empresas a combatir el soborno y promover prácticas transparentes. Pero creo que hoy es muy patente que la responsabilidad no recae sólo en el sector privado. La corrupción es un problema sistémico que está afectando a todos los poderes del Estado, tal como indica el informe, erosionando la credibilidad del Congreso, el Poder Judicial y los municipios, y donde hasta la sociedad civil ha sido señalada.
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Este escenario tan contaminado, exige respuestas concretas y convincentes. Más allá de reformas normativas, Chile necesita una transformación cultural donde la transparencia y la ética sean valores innegociables, más aún cuando afecta directamente a la calidad de vida de los ciudadanos y al desarrollo económico del país. Así, cuando la corrupción permea en las instituciones, se desvían recursos esenciales que podrían destinarse a servicios públicos de primera necesidad como la educación, la salud y la infraestructura. Además, se genera un ambiente de desconfianza que desincentiva la inversión y la innovación, elementos fundamentales para el crecimiento económico. Por ello, la implementación efectiva de canales de denuncia, el fortalecimiento de la fiscalización, así como la educación en ética empresarial, deben ser ejes clave para recuperar la confianza ciudadana.
Dinamarca lidera este ranking con 90 puntos, demostrando que es posible construir instituciones robustas y confiables. Chile, alguna vez fue un referente en la región, y durante muchos años, estuvo sobre el promedio de la OCDE. En la línea de tiempo, siempre estuvo compartiendo ranking con Uruguay, que hoy se sitúa en el lugar 13. No obstante, nuestro país tiene la oportunidad de retomar el camino, pero para ello debe asumir que hay que combatir decididamente este flagelo y recuperar nuestra integridad.
En Pacto Global Chile sabemos que la lucha contra la corrupción no puede depender sólo de la reacción a escándalos mediáticos, sino que requiere del compromiso y la genuina convicción de todos los actores de la sociedad. Es ahí donde el mundo empresarial debe adoptar políticas claras y estrictas de cumplimiento normativo, promoviendo una cultura de integridad y transparencia en todos sus niveles. La implementación de programas de ética y la adopción de estándares internacionales de buen gobierno corporativo son pasos esenciales para prevenir prácticas corruptas y garantizar un entorno empresarial sano y competitivo. Sin duda podemos recuperarnos en este ámbito, debemos embarcarnos decididamente en tomar todas las medidas necesarias para construir un país más justo, transparente y próspero para las futuras generaciones.
*La autora es Directora Ejecutiva Pacto Global Chile, ONU
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