Chile fue catalogado como el cuarto país de América Latina dentro de los mejores ecosistemas para emprender, de acuerdo al ranking elaborado por Global Report. Alejandra Winter nos cuenta cómo el país ha logrado este posicionamiento.

Después de Brasil, México y Argentina, recientemente Chile fue catalogado como el cuarto país dentro de los mejores ecosistemas para emprender, de acuerdo al ranking elaborado por Global Report, Bav Group y la Escuela de Negocios de Wharton. Se trata de una lista que a nivel mundial lideran Estados Unidos, Alemania y Japón y que analizó componentes como conexión con el resto del mundo, población educada, emprendimientos, innovación, acceso al capital, mano de obra calificada, experiencia tecnológica, prácticas comerciales transparentes, infraestructura digital y marco legal para el emprendimiento.

Además, el informe “Deep Tech, la nueva ola”, elaborado por BID Lab junto a un grupo de empresas colaboradoras, reveló que el escenario de tecnología profunda (deep tech) de Latinoamérica está listo para experimentar un crecimiento explosivo en la próxima década. Chile, en particular, destaca como líder indiscutible en la región, albergando el ecosistema más valioso, avaluado en 2 mil millones de dólares y representando el 25% del valor total.

¿Qué ha ocurrido en el país en los últimos años y cómo nos hemos convertido poco a poco en un referente de emprendimiento? Las razones son varias, entre ellas, una serie de políticas que se han desarrollado a nivel gubernamental para favorecer la creación de nuevos negocios; los tratados comerciales internacionales que fomentan el intercambio;  programas de financiamiento que brindan mayores garantías para que los emprendedores puedan poner en marcha sus ideas y la destacada adopción e infraestructura tecnológica que existen a nivel local. 

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Hay otro factor fundamental que tiene relación con el talento. En 2021 Chile logró dos unicornios, es decir, nuevas empresas valorizadas en más de 1.000 millones de dólares: Cornershop y NotCo. En 2022 Betterfly hizo lo suyo, posicionando al país en el mapa mundial del emprendimiento gracias a la creatividad y disrupción de propuestas que están transformando el mercado.

Además, al ser un mercado relativamente pequeño en comparación con otros, tenemos la ventaja de ofrecer a las startups de todo tipo de industrias probar su modelo de negocios con clientes reales, aplicar mejoras al producto o servicio que ofrecen y luego internacionalizar sus operaciones en grandes potencias, como por ejemplo, Estados Unidos.

Todo el avance que ha logrado el país tampoco sería posible sin el surgimiento de un sólido ecosistema de apoyo al emprendimiento, que incluye incubadoras, aceleradoras, espacios de coworking y eventos específicos para startups, instancias que ayudan a los emprendedores a conocerse, colaborar y recibir asesoría. Junto con ello, la creciente presencia de inversionistas ángeles, fondos de capital de riesgo y otras fuentes de financiamiento han facilitado el florecimiento y desarrollo de nuevas empresas.

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¿Qué nos queda por delante? Ojalá seguir trabajando para potenciar todos los puntos mencionados, especialmente en lo que se refiere a la generación de oportunidades para los emprendedores con foco en la internacionalización. En un escenario cada vez más interconectado, es clave integrar el ecosistema chileno con la  economía global, facilitando nexos que amplíen las posibilidades para las startups más allá de sus fronteras. También es fundamental continuar promoviendo una cultura emprendedora donde se fomente la toma de riesgos, con una mentalidad abierta a la innovación y al cambio. Sólo así podremos lograr que personas de todo el mundo apuesten por nuestro mercado, se generen sinergias y el país sea líder dentro de la región, un lugar del que nadie quiera irse.

*La autora es Directora del programa Softlanding de CIC

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