Maite Alberdi conversó con Forbes a cuatro días de llegar a Chile del Dolby Theatre de Ovation Hollywood, donde se realizaron los Oscar 2024, y en los que no pudo ganar a Mejor Película Documental con "La Memoria Infinita", pero que celebra igual junto al cariño que ha sentido de todo su país.

No le gusta mucho usar la palabra “suerte”, pero sí, reconoce que ha tenido un poco de suerte. La directora chilena de cine Maite Alberdi ha trabajado intensamente junto a un equipo, y con cada película ha dado un paso más en la industria del cine internacional, pero tuvo que construir y recurrir a redes fuera de Chile para lograr financiamiento que necesitaba. “Entonces, sí, me considero con suerte de haber logrado establecer esas redes internacionales para crear cine desde Latinoamérica”, dice.

Es muy consciente de que para vivir del cine, siendo de Latinoamérica, se necesita el financiamiento extranjero y trabajar fuera de la región. Y ahí subraya que los gobiernos locales todavía tienen deudas grandes con la cultura porque, de lo contrario, no se puede construir una industria cinematográfica de manera sólida y constante.

En entrevista exclusiva con Forbes, cuatro días después de la 96ª edición de los Oscar, se ríe al recordar los comentarios que han dejado los chilenos en la cuenta de Instagram de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (@theacademy), con recetas de platos de comida chilena, como forma de reclamo luego de que “La Memoria Infinita” no resultara ganadora en la categoría Mejor Película Documental.

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“Todo el equipo ha sentido mucho cariño. Sentir que hay un país que nos está acompañando y creo que esa es la sensación más importante de las dos nominaciones, que hemos sentido que el país ha estado con nosotros y lo estamos representando”, resalta.

¿Cómo empezó tu motivación a hacer cine y cómo, finalmente, llegaste a lograrlo?

Fue un camino que fui descubriendo, que fue bastante orgánico. Es difícil en Chile. Por lo menos cuando yo salí del colegio, no había una industria audiovisual que uno sintiera que podía hacer eso; era como una apuesta sin entender mucho cuál era la proyección laboral.

Tenía intereses artísticos en general, como la escritura, la fotografía y sentí que el cine era un mundo aunado a todo eso y, de a poco, en la universidad fui descubriendo que el documental era lo que me acomodaba, que había tantas historias de la realidad que eran mejores que la ficción y eso quería hacer.

Siempre lo intenté, nunca busqué otro camino entre medio. El cine en esa época no era tan claro de: “voy a estudiar cine y después voy a hacer una película”, era una industria más incipiente también. Esto fue en 2001. Y no tenía tan claro en qué iba a desembocar esta necesidad creativa en términos laborales, esa fue la apuesta, era un interés sin la certeza de que pasaría.

¿Por qué te inclinas por proyectos con un fuerte componente social y, sobre todo, por qué documentales?

Lo que fui descubriendo es que hay tantas historias que contar, tantas experiencias que compartir, tantas temáticas sociales que hay que darles visibilidad y entendí el cine como una herramienta de regalar imágenes a problemas sociales que a veces no vemos.

¿Qué es lo que más valoras de haber participado en tantos festivales este año, como los Premios Goya, donde resultaste ganadora con “La Memoria Infinita”, y los Oscars? ¿Es muy difícil para un director de cine latinoamericano llegar a estar nominado o ahora lo ves posible?

Hay muchos directores latinoamericanos que están llegando a esos festivales y lo que más valoro de eso es que a mi me regale la posibilidad de seguir filmando y mi estilo de películas, porque, con lo que me gusta hacer y la forma en la que a mí me gusta hacerlas, he logrado esos premios y las nominaciones. No tengo que transar en mi estilo y en mi forma, sino que desde mi forma creativa puedo llegar.

Hoy también veo una industria más diversa. Otro tipo de contenidos, otro tipo de estética del mundo documental, que ya no son las clásicas películas con entrevistas informativas. Antes un documental en español jamás iba a entrar en esa categoría, eran todas en inglés. La Academia se ha ido abriendo a entender que no vale la apropiación cultural hoy en día. Antes, la categoría documental era de muchos cineastas gringos que se iban a otros países a filmar: “ya, voy a hacer la película de tal pueblo mexicano, o de Cuba, pero no desde las voces locales”. Ya hay una gran diferencia y eso también valoro de lo que ha estado pasando en estas premiaciones con el cine internacional y con el cine latinoamericano.

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¿Qué crees tú que ha hecho cambiar a la industria para que justamente se esté dando eso?

La Academia ha diversificado los votantes y hay más internacionales, cosa que antes no pasaba y quizás también es un cambio cultural de entender que las historias se tienen que contar desde las voces locales, cosa que antes no se discutía y hoy día se entiende que tiene que ser así y que el mundo está mucho más conectado de lo que creemos. Los relatos terminan siendo universales porque las emociones y las problemáticas son las mismas.

Lo veo con “La Memoria Infinita”. Una película súper chilena. Habla de la memoria de un país, de un momento histórico, de un contexto, pero al mismo tiempo es tan universal en los desafíos de esa pareja, en la historia de amor, en la temática de alzheimer; en todos los países se me acercó alguien a decirme: ” oye, yo tengo un familiar también”. Es chilena, pero al mismo tiempo deja de ser chilena y ese es el gran entendimiento del cine y el gran desafío. Creo que los directores internacionales hemos entendido que tenemos que hablar desde lo local, pero al mismo tiempo hacer historias que repercutan en todas partes, que no estamos trabajando sólo para el público chileno.

¿Por qué no se logró ganar premio Oscar con “La Memoria Infinita”?

No faltó nada. Trabajamos 14 meses en una campaña con un estudio detrás e hicimos todo lo que pudimos hacer. Fue una campaña gigante. Eran 167 películas y quedamos entre las cinco, una película en español, todo eso es difícil. Pero también es una categoría donde la contingencua es importante ¿cachai?

Y es importante el contexto político actual, entonces “La Memoria Infinita” es una película más atemporal. Con “El Agente Topo” nos pasó que ya no pudimos hacer más campaña porque no teníamos presupuesto y acá tuvimos toda la suerte de hacer una campaña bastante soñada, donde aprendimos cosas, pero claramente hay otros factores que uno no puede controlar en la promoción.

¿Se puede vivir de hacer cine en Chile y en Latinoamérica?

No creo que se pueda vivir del cine en Latinoamérica, lo encuentro bien complejo y es el gran desafío del territorio, y para lograrlo necesitamos financiamiento extranjero y trabajar afuera y creo que los gobiernos locales todavía tienen deudas grandes con la cultura en Latinoamérica, porque no hay una industria como tal que pueda vivir del cine de manera sólida y constante, y todavía son casos excepcionales.

¿Y cómo es la relación de Chile con el cine chileno?

Ha ido creciendo. Hace 20 años estaba lleno de prejuicios que uno escuchaba. Yo cuando era chica escuchaba “ay, el cine chileno suena mal, es fome”. Creo que ya se rompieron esos prejuicios, la gente está viendo cine chileno, está entendiendo que hay diversidad, pero creo que todavía falta mucho generar audiencias y es un gran desafío construirlas.

¿Cuáles son los desafíos principales que ves en el cine latinoamericano actualmente?

Financiamiento. Y encontrar formas de hacer una industria local sustentable desde los propios teritorios, sin depender del financiamiento internacional. Es casi imposible hacer una película sólo con el dinero local y esa va a ser la única forma de generar industria; y, por supuesto, condicionales laborales para los técnicos del cine que todavía son muy independientes, no hay seguridad social, hay muchas deudas con los trabajadores independientes.

¿Cuál es tu top de películas favoritas o tus referentes?

En Latinoamérica Lucrecia Martel, todas sus películas son mi top. Y Nicolas Philibert, como el autor francés que me enseñó mucho a hacer un cine de observación documental, de entender que se podía hablar las temáticas más pequeñas e intimidades en una época en la que yo entendía el documental como el gran tema: cambio climático, temas políticos; entender que uno podía hablar de lo mínimo y hablar de la sociedad y la política desde la intimidad. Me lo enseñaron los dos. Esos son mis grandes referentes.

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