En un mundo que avanza hacia la economía circular, el reciclaje emerge como una pieza clave para enfrentar la crisis climática y gestionar nuestros residuos de manera sostenible. Chile no es la excepción. Aunque se han implementado medidas como la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) y la prohibición de plásticos de un solo […]
En un mundo que avanza hacia la economía circular, el reciclaje emerge como una pieza clave para enfrentar la crisis climática y gestionar nuestros residuos de manera sostenible. Chile no es la excepción. Aunque se han implementado medidas como la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) y la prohibición de plásticos de un solo uso, el camino hacia una cultura de reciclaje efectiva está lleno de desafíos.
Cuando miramos hacia el 2025, enfrentamos cinco retos principales en torno al reciclaje. El primero es la baja tasa de reciclaje. Actualmente, Chile recicla menos del 10% de sus residuos domiciliarios, según datos del Ministerio del Medio Ambiente. Esta cifra revela un importante rezago en comparación con países como Alemania, que supera el 50%. La falta de infraestructura adecuada, como puntos limpios accesibles, y la carencia de programas de recolección selectiva dificultan el aumento de esta tasa.
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El segundo gran reto está en la educación. Si bien la sociedad chilena ha avanzado en el reconocimiento de la importancia del reciclaje, aún existen brechas significativas en la separación de residuos en el hogar y en la comprensión de qué materiales son reciclables. Esto se debe, en parte, a la falta de campañas educativas consistentes y claras, así como a la heterogeneidad de los sistemas de reciclaje entre comunas.
El tercer reto que enfrentaremos en 2025 se relaciona con el reciclaje industrial. La Ley REP ha comenzado a poner presión sobre las empresas para gestionar los residuos de sus productos, pero muchas pequeñas y medianas empresas (pymes) enfrentan dificultades para cumplir con estas exigencias. La falta de incentivos económicos, como subsidios o exenciones tributarias, limita la inversión en tecnologías y procesos que permitan un reciclaje más eficiente.
En cuarto lugar, está la gestión de residuos orgánicos, los cuales representan cerca del 50% de los desechos generados en los hogares chilenos. La implementación de programas de compostaje comunitario o municipal es aún limitada, y las iniciativas privadas se enfrentan a barreras regulatorias y de financiamiento. Esto no solo genera un desperdicio de recursos aprovechables, sino también contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero.
Finalmente, está la economía informal del reciclaje. En Chile, gran parte del reciclaje está sostenido por recicladores de base, quienes operan sin las condiciones laborales, técnicas ni de seguridad necesarias. Aunque algunas comunas han incorporado a estos recicladores en sus sistemas formales, la falta de políticas nacionales que promuevan su inclusión limita el impacto positivo que podrían tener.
Para superar estos desafíos, Chile debe avanzar en varios frentes. Se necesita una inversión robusta en infraestructura y tecnología para el reciclaje, así como políticas que incentiven la economía circular y especialmente entender el problema desde su origen. En este aspecto, el ecodiseño surge como una oportunidad, para replantearse los productos y su elaboración desde su génesis, entendiendo que las materias primas nunca deberían llegar a transformarse en “basura”, sino que deben volver a integrarse al entorno.
Y aunque pueda ser obvio, es crucial fortalecer la cooperación entre actores públicos, privados y la sociedad civil. Solo con un esfuerzo conjunto podremos transformar el reciclaje en una práctica cotidiana y eficiente, y así contribuir a un futuro más sostenible para todos.
*El autor es director ejecutivo Integradora Thinking