Lograr el bienestar organizacional resulta fundamental para las empresas, pero no es tarea fácil. Nicolás Majluf da consejos sobre cómo lograrlo.

Vivimos en un mundo globalizado, en constante transformación. Los dilemas éticos son cada vez más difíciles de abordar. Las crisis parecieran no terminar nunca. La incertidumbre es parte del paisaje. Y el desafío es poder llevar una vida satisfactoria, a pesar de todo.

Parte importante de nuestra vida transcurre en el ámbito laboral. Nos pasamos la vida trabajando. Si no lo pasamos bien, el trabajo deviene en una fuente de penuria. Y si, por el contrario, encontramos satisfacción y sentido en lo que hacemos, las horas pasan sin que lo notemos. De allí la importancia de preocuparse del bienestar organizacional.

El bienestar no se genera como por arte de magia. Necesita ser gestionado y los resultados medidos. Es importante hablar de procesos y métricas, de mejores prácticas, de inclusión y diversidad, entre muchos otros temas.

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Una vida llena de distracciones es una vida disminuida. Sin foco, no somos capaces de lograr nada. Cuando nuestra atención salta de un tema a otro, nos cuesta dedicar el tiempo a temas que requieren un mayor esfuerzo y concentración. Una atención fracturada hace imposible alcanzar nuestros objetivos laborales. En un contexto en el que solo frases cortas y llamativas son capaces de captar nuestra atención, el terreno queda abonado para oportunistas e iluminados, que proponen soluciones simplistas como si fuesen una panacea. No son ellos quienes van a ayudarnos a enfrentar los grandes problemas que hoy aquejan a la sociedad, como el calentamiento global y el debilitamiento de la política. Necesitamos entender lo que está afectando de un modo tan relevante nuestras vidas para poder avanzar en una solución.

Las redes sociales nos distraen de este empeño. Nos interrumpen continuamente. Su impacto sobre nuestras vidas es gigantesco. Fracturan nuestra atención. Ninguna reflexión profunda va a surgir de esta forma de vivir. Y el problema es que están diseñadas para atraer a una gran cantidad de usuarios y capturar su atención. De allí surge su valor. Mientras más sean los usuarios, más vale la red.

Ante esto, es necesario imponernos una disciplina rigurosa y establecer un control personal en el uso de las redes sociales. El autocontrol es esencial. Una solución más de fondo es orientar nuestra conducta personal hacia actividades que le den sentido a nuestra vida. No se encuentra el sentido ni en las redes sociales ni en las señales del teléfono en nuestros bolsillos. Entender el sentido de lo que hacemos es la mejor forma de enfrentar estas urgencias.

Otra clave para el bienestar organizacional es el comportamiento inclusivo. La similitud entre personas genera confianza. Es tanto más fácil relacionarse con personas que piensan igual a nosotros y comparten nuestros mismos gustos. Pero tiene un riesgo: el pensamiento grupal. Se resume tan bien en la frase: “cuando todos piensan igual, es señal de que nadie está pensando”. Y se pierde diversidad, que enriquece a las organizaciones. Es un bien. Genera ambientes de trabajo más creativos y satisfactorios.

Sin embargo, hay un desafío importante. Apreciar y respetar la contribución que otras personas muy distintas a nosotros pueden hacer no siempre es fácil. Nos cuesta incluirlas, aceptar “al otro” tal cual es. Y, muchas veces, no es por falta de buena voluntad. Nuestros sesgos inconscientes nos pueden llevar a comportamientos inadecuados. Es el tema que toca Stephanie Sarkis en Forbes del 15 de junio de 2020. Se refiere a las “microagresiones” en el lugar de trabajo. A esos comportamientos cotidianos, muchas veces sin intención, que muestran una intención hostil, peyorativa u ofensiva hacia una persona distinta a nosotros, como puede ser un inmigrante.

Es preciso tomar conciencia de nuestros sesgos y apreciar el daño que pueden hacer sobre el bienestar de las personas. Y si hay alguien que no se da cuenta de lo que hace, corresponde que un compañero de trabajo que se lo haga ver. No vamos a corregir nunca aquellas cosas que son invisibles para nosotros, pero si alguien las pone en evidencia, vamos a haber dado el primer paso en la reparación de nuestros sesgos, que es el tomar nota de que son una realidad, aunque nunca la habíamos notado con tanta claridad.

Los desafíos del bienestar organizacional tienen que ver no solo con las estructuras, procedimientos y sistemas que puede definir la organización, sino también con lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer. De allí que la responsabilidad de un liderazgo inclusivo es integrar la educación de los colaboradores y supervisores sobre el tema de las microagresiones con la definición de políticas orientadas a la inclusión de todas las personas, sin importar su origen, raza, ni sexo.

*El autor es profesor del Departamento de Ingeniería Industrial y de Sistemas de la Universidad Católica

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