En un escenario de emergencia climática, para Daniel Vercelli, Chile debe hacer esfuerzos en los próximos 5 años para acelerar el tranco en que le falta en materia de sostenibilidad mirando a los siguientes 50.
En 1912, el diario neozelandés Rodney and Otamatea Times publicó un artículo titulado “El consumo de carbón afecta al clima”. En él, además de relacionar la quema de carbón al aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera y el aumento de la temperatura del planeta, se advertía que “los efectos pueden ser considerables en unos pocos siglos” ¿Qué nos pasó que ha transcurrido poco más de un siglo y pareciera ser que no aprendimos de esa advertencia?
Reflexionar sobre la historia es una excelente forma de aprender del pasado para no repetir los errores en el futuro. A propósito de los 50 años del 11 de septiembre de 1973, esta es una de las frases que más se repite y no puedo estar más de acuerdo con ella. Mirar hacia atrás, analizar los hechos y aprender es un acto necesario para saber de dónde venimos y sacar lecciones. Pero también debería ser un catalizador para avanzar con perspectiva de futuro.
Una aclaración: Lo mío no es una cancelación de la reflexión histórica y social, sino una invitación a una reflexión adicional, esta vez mirando hacia adelante. Sería preocupante que la primera nos atrape sin plantearnos la segunda, cuando un punto de quiebre para el planeta se acerca a velocidad máxima ¿Somos capaces de mirar el futuro con la misma dedicación? En los próximos 5 años podemos jugarnos una buena parte de la dirección que tomemos para los siguientes 50 años y, al igual que un cohete que va al espacio, un desvío ahora puede llevarnos a errar en llegar al destino con consecuencias devastadoras para la vida en el planeta.
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Desde las decisiones de política pública hasta las de inversiones de los próximos 5 años, pasando por exigencias normativas, incentivos, compromisos privados hasta requisitos comerciales, serán determinantes en la trayectoria que nos llevará a mediano y largo plazo a un estado de relativa comodidad y prosperidad o a uno de inequidad, condiciones de vida menos soportables y disminución sostenida de oportunidades de progreso.
En nuestra historia reciente hemos tenido iniciativas de reformas tributarias (o pactos) cada más o menos 4-5 años. Llamados a grandes acuerdos con cada crisis política y social. Comisiones para elaborar gestos relacionados a nuestro pasado cada 10 años. Y si bien todo eso es importante y necesario, quizás es el momento de que hagamos esfuerzos similares en los próximos 5 años para acelerar el tranco en lo que nos falta mirando a los siguientes 50: bajar a lo concreto la Ley Marco de Cambio Climático; actualizar el rayado de cancha bajo el que opera nuestro sistema eléctrico para destrabar todo el potencial de generación y uso de energías renovables y alternativas; acelerar la reducción de desechos orgánicos que llegan a nuestros vertederos con su consiguiente liberación de metano; aportar a la electrificación de la economía global con nuestros recursos minerales correcta y sustentablemente explotados (pero mañana, no en 5 años), y un largo etcétera.
Fallar puede tener costos en muchos planos, incluso más allá de los ambientales que son evidentes a estas alturas. Fallar puede significar perder competitividad como país y, en particular, como exportadores; disminuir nuestros recursos necesarios para hacer frente a una creciente demanda de protección y servicios estatales; y poner en riesgo el avance en la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Puede significar, en definitiva, que cuando más necesitemos recursos para adaptar nuestras ciudades y condiciones de vida frente a un clima más extremo, en particular para las personas menos favorecidas de nuestra sociedad, no los tengamos. Puede significar que estemos 50 o más años arrepintiéndonos de lo que no logremos hacer en los próximos 5.
Ya no es una invitación, es un llamado desesperado a la acción. Hace algunas semanas, diversos medios internacionales difundieron las alarmantes declaraciones del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en las cuales indicaba que “Hemos pasado de la era del calentamiento global a la de la ebullición global”. Volviendo al inicio de esta columna, ¿tendrán que pasar otros 111 años para que ahora sí tomemos real conciencia?
*El autor es co-fundador y Managing Partner de Manuia y director de empresas