En principio, en Chile los bancos han generado resiliencias importantes en base a la normativa
Por Salvador Zurita y Luis Méndez
En los últimos días el sistema bancario internacional ha vuelto a mostrar fisuras, trayendo a la memoria los malos recuerdos que dejó la crisis financiera de 2008, bautizada en su momento como Crisis Subprime. La caída del Silicon Valley Bank (SVB), el rescate del Credit Suisse por UBS antes de que tuviera igual destino, sumado a las dificultades del First Republic Bank, naturalmente llevar a preguntarse respecto a las consecuencias y los resguardos que debería tener el sistema financiero chileno.
Antes de entrar en dicho análisis, vale la pena aclarar que la Crisis Subprime nace a partir del mal manejo del riesgo de no pago en créditos hipotecarios, y que la actual caída del SVB vino gatillada por inversiones de largo plazo en bonos del Tesoro de Estados Unidos.
Concretamente, el SVB tomó posiciones sin gestionar bien sus niveles de liquidez y con una errada proyección acerca de los cambios en la tasa de interés e inflación a mediano y largo plazo: esperaba que la FED redujera antes la tasa y no que continuara (como hasta hoy) con subidas. Este error de cálculo se tradujo en pérdidas de capital, porque los retornos prometidos por los bonos se descontaban a una tasa más alta.
Aun cuando el riesgo de tasas de interés no se haya visto reflejado en su contabilidad, debieron haber gestionado el riesgo económico que existía. Dado ello, es evidente que la normativa que rige a los bancos de menor tamaño deberá ser más exigente a futuro, y requerir valorización de las posiciones a valor razonable, aun cuando esperen mantenerlas a término. Afortunadamente, los bancos en Chile, independiente de sus dimensiones, se rigen por las normas de Basilea III.
El problema es que, así como lo tuvo el SVB, el resto de la banca estadounidense, particularmente las instituciones medianas y pequeñas, también están enfrentando problemas de liquidez. A lo largo de las últimas semanas se han producido retiros gigantescos de fondos por parte de sus depositantes, viéndose obligadas a vender activos para dar abasto a esta demanda.
Que esta situación no se convierta en otra crisis financiera depende principalmente del apropiado manejo que hagan las autoridades monetarias y de la probable absorción de bancos en problemas por instituciones más solventes. También, que a futuro se imponga en EE.UU. una regulación más exigente para bancos pequeños, que considere el riesgo económico de descalces de duración entre los activos y los pasivos.
La venta apresurada del Credit Suisse es un antecedente preocupante, siendo un ejemplo de banco europeo grande que había venido mostrando serias dificultades, por pérdidas crediticias en operaciones importantes. Si caen otras entidades (esperemos que no), el freno que sufrirá la economía va a poner a prueba toda la regulación que surgió después del desastre de 2008. Los bancos que más resguardos tomaron van a estar mejor preparados, sin dudas, y eso también cuenta para Chile.
En el caso de la banca chilena, si los valores caen, los informes de suficiencia de patrimonio y liquidez deberían dar pistas de los mínimos soportables para las instituciones locales. En principio, en Chile los bancos han generado resiliencias importantes en base a la normativa y además están obligados a guiarse por los criterios de Basilea (tal como los bancos grandes en EE.UU.), pero valdría la pena que en este contexto monitoreen con cuidado sus escenarios estrés y ratios TIER.
*Los autores son socio Financial Advisory gerente Financial Advisory de Grant Thornton Chile
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