Si el desafío es reducir el impacto medioambiental, ¿Por dónde comenzar? ¿Empresas o ciudadanos?
Por Ignacio Parada
Sostenibilidad es un concepto que venimos escuchando con fuerza en los últimos años. Se espera que todos seamos más sostenibles dentro de las empresas, las organizaciones públicas, los establecimientos educacionales y también a nivel individual, porque lo que está en juego es una crisis climática que cada vez se hace más evidente en todo el mundo.
Por este motivo, hay consenso en la idea de que toda actividad que realicemos considere evitar, minimizar o reducir los daños en el ecosistema, pero donde no está tan claro el límite es en quién o quiénes deben asumir esta responsabilidad.
Si el desafío es reducir el impacto medioambiental, ¿Por dónde comenzar? ¿Esta iniciativa debe generarse dentro de las empresas para crear conciencia en los ciudadanos? ¿O debería ser una propuesta que nazca de las personas y sean ellas quienes exijan a las marcas minimizar su huella de carbono?
Aunque todos tenemos una cuota de participación, si miramos el dilema desde el punto de vista de la cantidad de contaminantes, son las grandes empresas quienes se llevan el mayor peso, ya que muchas de ellas emplean enormes cantidades de energía para realizar sus operaciones en sectores como la producción de energía, fabricación de cemento y acero, la agricultura y el transporte.
De hecho, un informe publicado por CDP (Carbon Disclosure Project) titulado The Carbon Majors Database, estima que de las miles de compañías existentes en todo el mundo, un centenar de ellas son responsables del 71% de las emisiones globales de GEI desde 1988, siendo este tipo de emisiones las causantes del calentamiento global.
Ahora abordemos el problema desde el punto de vista de las personas. A nivel particular, todos contribuimos a la contaminación en actividades cotidianas como conducir un automóvil, utilizar la electricidad o el aire acondicionado. Pero además, nuestras elecciones de consumo también pueden afectar las emisiones de las empresas, ya que éstas a menudo producen productos y servicios en función de la demanda del mercado.
Por eso, en la ruta hacia la descarbonización, todos tenemos un rol relevante que cumplir. Las empresas tienen la misión de incorporar dentro de sus operaciones prácticas amigables con el planeta y las comunidades donde están insertas. Los principios de sostenibilidad deben integrarse en las decisiones de los directorios y desde ahí, permear al resto de los equipos que componen la organización, incluso a quienes forman parte de la cadena de valor, como stakeholders, inversionistas y proveedores.
Las personas, por su parte, deben ser conscientes de la magnitud del desafío y aportar con una visión colaborativa donde cada pequeña acción ayude a que el todo sea mayor que la suma de las partes.
Si falta educación, trabajemos para llegar a los sectores donde es deficiente. Si falta voluntad, promovamos buenas prácticas para que existan más referentes positivos; y si falta tiempo, facilitemos la tarea a través de acciones sustentables focalizadas en barrios, colegios, asociaciones, etc.
Más que buscar responsables o emplazar a otros en el camino hacia la sostenibilidad, el enfoque debiera ahondar en los esfuerzos que podemos realizar en conjunto para este desafío global. Sólo así la acción climática será más potente y efectiva.
* El autor es CEO y fundador de BioElements
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