En esta época de tantas startups que luchan por crecer lo más rápido, no hay cabida para egos poco trabajados
El ego es un tema común, un concepto vago y efímero difícil de definir, pero que con seguridad hace daño a nuestras empresas. En esta columna lo vamos a entender como nuestro sentido de individualismo, la sensación de que soy un ser distinto o superior al resto y esto me dice “cómo deben ser la cosas”. El ego es inevitable, y por ello se debe trabajar para que no interfiera en nuestras decisiones diarias. De hecho, en el contexto laboral es justo lo que tenemos que hacer.
En una empresa todos trabajamos por un mismo propósito. Independiente del rol que juguemos, cada uno cumple una función distinta para lograr algo más grande que el individuo.
La psicología de la evolución nos dice que el ser humano, como especie, ha logrado prevalecer en este mundo por su capacidad de cooperar los unos con los otros. Pero, cuidado: Es aquí donde el ego nos puede jugar en contra. Cuando creemos que hacemos las cosas solos, o que “solo yo puedo”, cuando jugamos el juego por intereses individuales y no los del grupo, cuando creemos que siempre tenemos la razón o que nuestra forma de hacer las cosas ES la correcta. El ego en los negocios se ve expresado en el micro management, cuando nos tomamos las cosas en forma personal, cuando no damos cabida a la opinión del resto.
El ego NO sirve en los negocios: todo lo contrario, los hace más difícil.
No hay nadie que no esté sacrificando algo al trabajar para una empresa. Invertimos nuestro tiempo y empleamos nuestro talento para aportar a una misión que, cuando el ambiente es propicio, saca lo mejor de nosotros. La comunicación con nuestros equipos fluye, existe la capacidad de probar cosas nuevas, de equivocarse. Mis compañeros están en lo mismo, se siente cómo aportamos a algo más grande. La compasión y no el ego reina en la empresa y nos apoyamos mutuamente cuando se presentan dificultades.
Toda empresa necesita un buen liderazgo, especialmente las que crecen muy rápido. Un líder que no confía en su equipo que controla cada movimiento, que no es capaz de aceptar que se equivoca, generará una cultura tóxica que, tarde o temprano, explotará. Un líder con ego trabajado da espacio a su gente, confía en ellos, escucha su opinión, los reconoce constantemente, hace saber cuándo está equivocado o cuando se está enfrentando a un nuevo desafío.
En mi experiencia, el ego puede matar el crecimiento de un negocio. Si la empresa se ve atrapada en el deber ser de uno de sus fundadores o líderes, contamina el ambiente. La gente siente la desconfianza, la poca cabida a las opiniones de otros, resiente el control y comienzan a renunciar. No hay nada peor que perder buen talento cuando estás creciendo rápido. No solo es caro en conocimiento y dinero, también mata el momentum que llevas.
En esta época de tantas startups que luchan y trabajan por crecer lo más rápido posible no hay cabida para egos poco trabajados. El tratar bien al talento se está haciendo la norma y la fuerza laboral lo sabe. Ya no es suficiente regalar computadores, ropa o viajes: el cuidado parte de los líderes, trabajando sus egos. No dejes que el ego mate el potencial de tu negocio.
Óscar Quevedo
Vicepresidente de Cultura Kushki