La incertidumbre asusta al capital, a la inversión, a las empresas y a lo que precisa un país para crecer
El pasado 4 de septiembre los chilenos fueron convocados a las urnas para votar a
favor o en contra de la propuesta de nueva Constitución.
Sin embargo, el resultado del plebiscito constitucional no fue el esperado por el Gobierno, y pese a que la ciudadanía acudió en masa a votar, Chile acabó rechazando, por primera vez en la historia, un nuevo texto constitucional propuesto por un Gobierno democrático.
Con una participación que superaba, y muy ampliamente, los 13 millones de votantes, este plebiscito se ha convertido en el proceso electoral que mayor participación ha registrado a lo largo de toda la historia democrática del país.
El país, en su totalidad, quería participar en un asunto como el que nos ocupa. Pero como pudimos ver en los resultados obtenidos, no era por los deseos de cambio que presentaba la sociedad chilena. Pues, al igual que podemos destacar el dato de participación, podemos destacar el resultado de unas elecciones en las que el triunfo del rechazo al nuevo texto constitucional fue, como tildan muchos medios, “apabullante”.
Ni las previsiones más pesimistas anticipaban semejante caída. El resultado, una vez se escrutó el resultado, nos dejó un 62% de la población que no quería adoptar el nuevo texto constitucional, frente a un 38% minoritario que sí quería. Con 7,8 millones de votos, el “no” a la Nueva Constitución fue la opción electoral más votada en todas las regiones que conforman el país y la decisión más votada en la historia de Chile.
Y de esta manera, Chile ponía fin a un proceso constituyente que, pese a ser necesario, sigue sin producirse como exige la ciudadanía chilena.
Analizando la economía chilena, podemos observar que el año pasado fue un gran año para Chile. La economía crecía a buen ritmo, en tanto en cuanto iba recuperándose del shock al que se enfrentó el planeta el año pasado. En cierta forma, y como hemos resaltado a lo largo de estos meses, Chile era una economía desmarcada, así como una de las favoritas de los analistas. El país, con sus carencias, es de los más prósperos de América Latina y ello, a la luz del análisis, llama la atención de las empresas, los inversores, así como todos aquellos motores que motivan el crecimiento.
Sin embargo, este rechazo al texto constitucional, y de la manera en la que se ha hecho, deja muchas dudas, así como un mar de incertidumbre que salpica de lleno a la economía chilena.
Inmersos en una desaceleración económica inducida que tiene como fin frenar la inflación, Chile se enfrenta a una excepcional incertidumbre que, en pleno proceso de recuperación económica, acaba afectando a las decisiones de los inversores, los consumidores, así como todos los agentes económicos que, en definitiva, mueven la economía. Pues la ciudadanía pide un cambio que no llega, y esa crispación social llega a la economía a través de numerosos conectores.
La incertidumbre y la economía, como señalé hace unas semanas en esta misma columna, mantienen una estrecha relación. Como digo, la economía son expectativas y decisiones. Si las expectativas son buenas, las decisiones serán unas, mientras que si las expectativas son menos buenas, las decisiones serán otras.
Si la economía crece favorablemente y el “clima” es bueno, los inversores invertirán capital, se creará empleo, se crearán empresas. Si la economía y ese “clima” no acompañan, estas decisiones no se llevarán a cabo. Y esto queda reflejado en numerosos estudios del FMI que señalan que esta incertidumbre puede llegar a restar puntos enteros de PIB en determinadas situaciones, como es el caso de numerosas economías de América Latina.
Y si algo produce este rechazo al texto constitucional es incertidumbre. Pues el descontento de la sociedad con el texto constitucional es muy amplio y ello presiona a una clase política que debe ofrecer más respuestas a la ciudadanía.
Esta situación, aunque pueda ser necesaria y totalmente lógica, preocupa a los inversores, a los empresarios, así como a todos aquellos que tienen intereses, o que pretendían tenerlos, en el país. Pues basta atender a los estallidos sociales vividos para ver las consecuencias de esa crispación.
Además, en un escenario como el actual, donde numerosas potencias económicas están a la búsqueda de socios para diversificar la concentración productora que hay en China, esta incertidumbre afecta de lleno a ese nearshoring y todos los beneficios que este podría traer a la economía chilena.
Pues, en resumen y conclusión, la incertidumbre asusta al capital, a la inversión, a las empresas, así como a todo aquello que precisa un país para crecer, desarrollarse y, en definitiva, ser próspero.