"Invertir en tecnología bien puede ser la apuesta más fuerte"
Ahora que por fin vemos la luz al final del túnel de la crisis que generó la pandemia del covid-19, es fácil olvidar los estragos que causó en la economía y el empleo. Toda crisis trae una oportunidad de aprendizaje, y por lo tanto el problema con olvidar rápidamente la crisis no es otro que perder la oportunidad de aprender cómo afrontar la siguiente.
Las generaciones futuras recordarán el período del covid-19 como uno de los puntos de inflexión más significativos en la historia económica del siglo XXI. Casi todos los aspectos de la sociedad experimentaron -y muchos siguen experimentando- una reducción de marcha debido a la pandemia.
Dentro de todas las soluciones a mediano plazo para contar con una economía robusta, invertir en tecnología bien puede ser la apuesta más fuerte. No sólo porque la tecnología fue comparativamente inmune a los efectos del covid-19, sino además por ser un sector que se volvió indispensable gracias a las mayores necesidades de conectividad de las personas que trabajan desde casa y consumen productos a través de medios digitales.
Desde la pandemia, las ofertas de trabajo en tecnología se han disparado. La demanda de
desarrolladores, científicos de datos, analistas de ciberseguridad y expertos en computación en la nube no ha dejado de subir.
La necesidad de profesionales en tecnología no se limita a su propio sector. Cada rama de la economía, desde las finanzas hasta el Gobierno, el comercio minorista hasta la atención médica, tiene una necesidad sustancial de trabajadores tecnológicos con conocimientos y talento.
En América Latina nos vendría bien recordar esto al ver nuestras tasas de desempleo. Más aún si consideramos que el actual desarrollo en inteligencia artificial está haciendo “reemplazables” a trabajadores cada vez más cualificados, afectando especialmente a profesionales de clase media que cuentan con dos alternativas para escapar de la cesantía: capacitarse y reconvertirse laboralmente, o buscar un trabajo “free-lance” en la “gig economy” (en español, “economía bajo demanda”) como chofer o transportador de encomiendas de alguna aplicación móvil.
Estimular el mercado laboral tecnológico podría hacer más que solo garantizar cifras de empleo de calidad saludables en el mundo postcoronavirus; también podría ser la puerta de entrada de Latinoamérica al desarrollo, transformando a la región en un hub exportador de servicios tecnológicos, aprovechando también su zona horaria privilegiada.
Brindar capacitación en habilidades digitales puede aumentar drásticamente el potencial salarial de los ciudadanos, colaborando también con la recaudación del gobierno central, que puede beneficiarse de los ingresos fiscales que generan esos aumentos en remuneraciones.
Cuando una crisis a gran escala, como la del COVID-19, provoca cambios tan drásticos en la sociedad y economía, es momento de aprender y repensar nuestras prioridades y de embarcarse en grandes soluciones, que tengan el potencial de redefinir nuestro mediano y largo plazo.
*El autor es director ejecutivo de Coding Dojo en Latinoamérica.
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