Los desequilibrios de la economía chilena la ubican entre esas emergentes que precisan desarrollo
En mi primera columna sobre la economía chilena para Forbes Chile realicé un breve análisis macroeconómico sobre las fortalezas de la economía chilena.
Desde su apertura comercial hasta su renta per cápita, analizamos diversos aspectos que, como la riqueza o el empleo, permiten conocer la situación de una economía y, en muchos casos, la situación que vive la sociedad que en esa economía se desarrolla.
Y hay que decir que, como señalé en esa columna, hablamos de una economía con gran potencial y que, en cuestión de muy pocos años, se ha convertido en una economía desmarcada entre las economías de la región.
Para hacernos una idea, hablamos de la economía con el mayor PIB per cápita de la
región, situándose como la única del continente, junto a Canadá y Estados Unidos, que pertenece a la categoría de países de ingresos altos en la clasificación que realiza el Banco Mundial.
Sin embargo, hemos de señalar que en la columna de la semana pasada, como también analizamos, encontramos diversos rasgos de la economía chilena que no deberían pasar por alto para sus gobernantes.
Pues hay que señalar que hablamos de una economía con recursos, pero también de una economía con importantes desequilibrios que, en el análisis macro, siguen situando a Chile entre esas economías emergentes que aún precisan desarrollo para alcanzar esa situación de economía desarrollada que presentan las potencias.
En este caso, basta atender a la desigualdad para darnos cuenta de lo que comento. Pues si es cierto que hablamos de la economía con mayor renta per cápita de Latinoamérica, también hablamos de una economía en la que nueve personas concentran el 16% del PIB nacional.
Para que nos hagamos una idea, el último informe World Inequality Report 2022 nos indica que hablamos de un país en el que un 1% de la población —los más ricos— puede llegar a concentrar el 49,6% de la riqueza total del país; muy por delante de Brasil, donde este concentra el 48,9%, y de México, donde concentra el 46,9%.
Como vemos, una misma economía, pero dos realidades muy distintas. La economía, a la luz de los datos, funciona correctamente y ha mejorado mucho en el análisis histórico. Pero ese crecimiento y esa autocomplacencia que caracteriza a Chile, dados esos indicadores económicos que suelen analizarse, no está tan justificada cuando atendemos a otros indicadores que complementan el análisis.
Otros indicadores —como la desigualdad— que miden el desarrollo de una economía y que, ante tales resultados, siguen situando a Chile, como decíamos, entre ese elenco de economías emergentes que deben seguir potenciando su crecimiento.
Y es que en este contexto debemos señalar que la economía chilena apuntaba bien y
ello le ha llevado a posicionarse muy bien en todos los rankings. Incluso en PIB
absoluto, hablamos de la cuarta economía del continente.
Sin embargo, los últimos informes que recogen las perspectivas para la economía mundial nos dicen que Chile presenta el peor panorama regional para 2023, por detrás de Colombia, Argentina, Perú, México y Brasil.
Pese a que el Banco Mundial revisó al alza la previsión para 2022, la previsión que arroja para 2023 es bastante pobre, y a ello debemos agregar el hecho de que la tendencia muestra una desaceleración de la economía chilena que debería preocuparnos.
En otras palabras, la economía chilena se apaga.
Atendiendo a la evolución de la economía chilena, la recuperación comenzó viento en popa, y las previsiones ofrecían un escenario optimista en tanto en cuanto hablamos de una economía que se ha recuperado muy fácilmente.
Pero la situación comenzó a torcerse y, desde entonces, la economía de Chile no ha dejado de presentar un comportamiento cada vez más pobre y menos dinámico. Los problemas a los que se ha ido enfrentando, por diversos motivos, le han impactado de lleno, haciéndole perder un dinamismo que, años atrás, la caracterizaba.
Hoy, las previsiones nos dicen que la economía norteamericana, como muestra el Fondo Monetario Internacional (FMI) se encamina hacia una recesión.
Y ello, teniendo en cuenta el efecto contagio, la elevada inflación en el país, o el fortalecimiento del dólar, pretende poner las cosas aún más difíciles a economías que, como Chile, presentan fuertes vínculos con la primera potencia económica del mundo. Por lo que, a esa desaceleración económica se le suma la exposición a una economía pendiente de entrar en recesión, lo que nos deja un futuro, como señala el organismo citado, “muy sombrío e incierto”.
En resumen, la economía chilena precisa recuperar dinamismo para seguir esa tendencia que, años atrás, sorprendía al mundo. Sin embargo, la tendencia que presenta hoy, atendiendo a los pronósticos y a lo que le espera al mundo, nos dice que la fuerza con la que cuenta Chile para cambiar la tendencia es cada vez menor; y eso, teniendo en cuenta los desequilibrios citados al inicio, es pésimo para una economía que aspiraba a ser la primera en alcanzar esa ansiada convergencia.
¡Cambiemos la situación!
*El autor es economista, responsable de educación económica y financiera en Rankia
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