Lo que nunca podemos olvidar es que la colaboración siempre se produce por la interacción entre personas
La colaboración es algo que la humanidad ha practicado a lo largo de toda su historia. Eso ha permitido que se puedan abordar desafíos colectivos y lograr objetivos mayores que generan un impacto a escala planetaria.
La definición formal de colaboración según la Real Academia Española es: “Trabajar con otra u otras personas en la realización de una obra”. En otras palabras, hablamos ni más ni menos, del trabajo hecho en conjunto con otros individuos, de una acción colectiva para el logro de objetivos comunes.
Pero los problemas de hoy en día –producto de este impacto que ha generado la humanidad–, son de tal magnitud, que el nivel y la escala de colaboración necesaria para abordarlos es mucho mayor. El desafío es que a mayor cantidad de personas, más difícil resulta orquestar y concretar la colaboración, dada la diversidad de los distintos actores del ecosistema.
Lo que nunca podemos olvidar es que la colaboración siempre se produce por la interacción entre personas. En este contexto, el principal ingrediente para una colaboración efectiva es la confianza, y las principales brechas son el miedo, la falta de empatía y escucha activa entre individuos para comprender sus necesidades y aspiraciones más profundas. Además, tomar conciencia del compromiso y responsabilidad que representa el hecho de tener propósitos y objetivos compartidos donde cada persona tiene un rol específico para que ese objetivo se logre con éxito. Si esto no se cumple, la colaboración no funciona.
En Chile no siempre estamos acostumbrados a trabajar colaborativamente. Muchas veces no nos abrimos o compartimos nuestros conocimientos o redes con otros, producto de la desconfianza y el temor a salir perjudicados. Sin embargo, sí lo hacemos cuando tenemos algún desafío colectivo que presenta alguna amenaza o propósito que es más grande que nosotros, y donde todos nos vemos en igualdad de condiciones. Por ejemplo, cuando hay algún evento natural como un terremoto o en una situación como la pandemia.
En el mundo de la ciencia y la tecnología, todavía existen grandes brechas que impiden que los expertos colaboren e intercambien conocimiento científico que pueda generar un impacto positivo y directo en la sociedad, lo que nos lleva a la siguiente situación: Hoy Chile cuenta con talento científico-tecnológico, redes de investigación sólidas e infraestructura de primer nivel, pero estos componentes no alcanzan su potencial por sí mismos, deben operar unidos y con la participación de todos sus componentes de forma sincronizada para tener éxito. En este sentido, aunque muchas veces el trabajo científico se perciba como una actividad solitaria de laboratorio, para que esa investigación pueda llegar a puerto y resolver problemas reales de las personas, es necesario administrar lo colectivo entre los diferentes stakeholders involucrados en cada etapa de la cadena.
Una muestra concreta de esta colaboración científica ocurrió en la reciente pandemia, donde gracias a la investigación, los esfuerzos de expertos de todo el mundo para encontrar una vacuna y la administración y gestión del proceso de transferencia del conocimiento y las tecnologías, se logró evitar la muerte de casi 20 millones de personas en el primer año, según un estudio realizado por el Imperial College of London. Aquí queda en evidencia el hecho de que sólo trabajando de manera colaborativa y multidisciplinaria se puede obtener un beneficio evidente para la población.
Además, esta visión ayuda a entender la investigación científica como el resultado de un proceso complejo donde participan múltiples talentos y actores que colaboran y co-crean de manera conjunta, generando mayor valor en el camino de su transferencia.
Por eso, en pleno siglo XXI no es más valioso quien posee más recursos o tiene mayor conocimiento en determinada área, sino quién es capaz de articular a los distintos actores involucrados, aunar fuerzas y generar metodologías de trabajo para el logro de objetivos comunes.
Es muy importante tomar conciencia de que los intereses colectivos deben primar por sobre los personales, porque finalmente todos somos parte de una gran comunidad que llamamos sociedad, querámoslo o no. En este sentido, si logramos articular a quienes conforman esta cadena –Estado, academia, industria, fondos de inversión y sociedad civil–, para establecer propósitos que dirijan hacia acciones comunes y colaboraciones genuinas, podremos abordar los tremendos desafíos que estamos enfrentando actualmente y que afectan directamente a las personas, como por ejemplo: el cambio climático, la escasez de recursos naturales, la crisis alimentaria, el acceso a la salud, entre otros.
A partir de esto, estoy seguro que podremos conseguir muchas cosas positivas y transformar a nuestro país en una comunidad donde cada persona pueda desplegar su talento en torno a un propósito común: construir una sociedad de bienestar para todos. A eso nos referimos cuando hablamos de colaboración.

*El autor es director ejecutivo de HUBTEC Chile.
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