Dijo que vendría de atrás en segunda vuelta para ganar y lo hizo cómodamente

Gabriel Boric, ex líder estudiantil y diputado izquierdista de 35 años de edad, se convirtió este domingo en el presidente electo más joven de Chile, con la promesa de construir un Estado del bienestar similar a las democracias europeas, con acento ecologista, feminista y regionalista, por lo que sus opositores lo tildan de “comunista”.

El diputado egresado en Derecho de la Universidad de Chile (UC) venció holgadamente a su rival, el líder de la ultraderecha José Antonio Kast, con el 55% de los votos contra el 44% de su rival. La elección no fue cerrada, como vaticinaron algunos expertos.

Ahora Boric empujará una agenda que conlleva un Estado más fuerte que garantice más y mejores servicios a las y los ciudadanos.

Oriundo de la región de Magallanes, en el extremo sur de Chile, Boric proviene de una familia descendiente de croatas que se radicó en el extremo sur del país en el siglo XIX, nació en un hogar de clase media y estudió en un colegio privado.

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Se inscribió en la UC en 2004 y llegó a presidir la Federación de Estudiantes de la universidad, y luego fue uno de los líderes de las protestas estudiantiles que estallaron en 2011 pidiendo educación gratuita y de mejor calidad, en un país en donde, como legado de la dictadura, dos terceras partes de la oferta escolar es privada o subvencionada parcialmente por el Estado.

Con su candidatura a la silla del palacio de La Moneda, quedó atrás su antigua imagen de barba y pelo largo largo que le identificaron desde su época como presidente de la Federación de Estudiantes, además de sus camisas estilo leñador, que cambió por chaquetas y camisas de vestir, aunque jamás usa corbata.

Durante la campaña fue blanco de quienes consideran que tiene poca experiencia para la relevancia del cargo, a lo que el presidente electo contestó: “no le tengan miedo a la juventud para cambiar este país”.

Su círculo más cercano procede de su etapa como líder estudiantil: su mano derecha es el también diputado Giorgio Jackson, con quien llegó por primera vez al Parlamento en 2014 y fundó el Frente Amplio tres años después.

La derecha más tradicional lo tilda de “extrema izquierda” y suele echarle en cara recurrentemente el encuentro que mantuvo en 2018 con Ricardo Palma Salamanca, condenado por el asesinato del exsenador conservador Jaime Guzmán, ideólogo de la dictadura y de la actual Constitución.

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Boric se ha disculpado por ello —”Cuando me equivoco, soy capaz de corregir y pedir perdón”—, como también lo ha hecho con una joven que le acusó hace años de actitudes machistas, un episodio azuzado por los seguidores de Kast y que le generó cierta incomodidad en la recta final de la contienda.

Para llegar a donde está tuvo que vencer en primarias al aspirante comunista Daniel Jadue, quien era el favorito para ganar la candidatura. Luego quedó segundo en la primera vuelta presidencial, que ganó Kast.

Pero siempre sostuvo que podía vencer en segunda vuelta y que “no va a ser la primera vez que partimos desde atrás. Lo hicimos con la educación. Lo hicimos con el binominal. Lo hicimos con la recolección de firmas y no me cabe ninguna duda que lo vamos a hacer en la segunda vuelta, con unidad”.

Una unidad que a veces ha faltado en ese sector, donde algunos aliados no respaldan su tono conciliador.

Por ejemplo, como cuando firmó el acuerdo político que puso en marcha el proceso para formar una Convención Constitucional y pacificar el país tras el estallido social de 2019, sin la autorización de su partido, Convergencia Social. Un acuerdo al que tampoco se unieron los comunistas.

“Firmaré a título personal y pondré los antecedentes a disposición de los órganos del partido para que decidan mi permanencia o expulsión”, dijo entonces el diputado, quien más tarde fue agredido y humillado públicamente por críticos que lo acusaron de “vendido” mientras lo insultaban y lanzaban cerveza en la cara.

También fue sido criticado por el apoyo que ha dado el Partido Comunista al gobierno de Venezuela, aunque el joven candidato marcó distancia llamando a que se respeten los derechos humanos en ese país.

Pese a que en un momento levantó inquietud al afirmar que en su eventual gobierno se revisarían los tratados comerciales que ha suscrito el país, posteriormente su equipo dijo que no se haría de forma unilateral y se buscaría más bien “modernizarlos” al contexto actual y eliminar condiciones “desventajosas”.

Desde que quedó segundo en la primera vuelta, Boric moderó su discurso para meterse en el bolsillo al electorado de centro y espantar el miedo que genera en las esferas empresariales su alianza con los comunistas.

Pero Boric estuvo semanas haciéndole guiños a la centro izquierda tradicional, hasta el punto de que consiguió el apoyo de los expresidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.

Renegó durante años del legado de la Concertación —la coalición de demócratacristianos y socialistas que gobernó Chile durante tres décadas tras el fin de la dictadura—, sobre todo cuando estaba al frente de la Federación de Estudiantes y durante sus primeros años como diputado en el Parlamento.

“Jamás he dicho que estos 30 años fueron perdidos. Creo que toda generación tiene el derecho y el deber de analizar críticamente lo que hicieron nuestros antecesores para justamente poder aprender de eso”, dijo en el último debate presidencial.

“Las divisiones no permiten avanzar en justicia social”, agregó.

En lo económico, el diputado está a favor de un nuevo sistema de pensiones que reemplace al actual, de capitalización individual y heredado de la dictadura, y plantea una ambiciosa reforma tributaria que incluye mayores cargas a los súper ricos y las mineras.

Su objetivo inicial era recaudar el 8% del PIB, pero ahora ambiciona el 5% en cuatro años y ha incluido la consolidación fiscal en su programa.

También quiere crear una Banca Nacional de Desarrollo, condonar los créditos universitarios, reducir la jornada laboral a 40 horas semanales y crear un fondo universal de salud.

FORBES STAFF / AGENCIAS