La empresa barranquillera Ditar fabrica hoy el 1,2% del total de bolsas de papel que llegan a Estados Unidos y trabaja por convertirse en la más grande de su industria en la región. Hoy emplea a 550 personas y exporta el 70% de su producción. En 2024 facturó más de 40 millones de dólares.

Desde Barranquilla, en la Costa Caribe colombiana, se despachan el 1,2% del total de bolsas de papel que Estados Unidos les compra a países de todo el mundo. La cifra parece menor, pero lo cierto es que se trata de un mercado de más de 340 millones de personas y uno de los más importantes del mundo para las empresas.

Ditar es la compañía que está detrás de la fabricación de las bolsas. Mensualmente despacha 32 millones de unidades y el 70% de ellas viajan principalmente a ese país.

Juan Carlos Díaz Tarud, de 41 años, es quien lidera la compañía que emplea a 550 personas. Su operación es quizás una de las más grandes de Sudamérica, con un promedio de exportación mensual de 60 contenedores y clientes como Subway, American Eagle, Rappi y otras 400 marcas que compran sus productos.

La ciudad, explica Díaz a Forbes, les ha dado una ventaja competitiva que les ha ayudado a ganar terreno en el mercado Norteamericano: están a mínimo 9 y máximo 20 días en barco de cualquier puerto de Estados Unidos. “Nuestros tiempos de entrega son incluso inferiores que los de cualquier proveedor dentro de ese país”, dice.

En 2024 la compañía cerró con una facturación cercana a los 180.000 millones de pesos colombianos (más de 40 millones de dólares), creciendo sobre los 150.000 millones de pesos colombianos que había registrado en 2023 pese al aumento en el costo de los insumos y la volatilidad del dólar. Además, la mayor parte de la inversión se enfocó en la optimización y automatización de su planta en Barranquilla, así como a la apertura de una segunda planta que este 2025 les permitirá llegar a los 41 millones de unidades fabricadas al mes.

Pero aunque el panorama es positivo, lo cierto es que construir este negocio millonario a base de bolsas de papel le costó a Juan Carlos el mayor reto de su vida. “A los 31 años, cuando llegué al frente de la empresa, también fui diagnosticado con cáncer. Ha sido el mayor reto, pero también el mayor regalo de la vida porque aprendí la importancia de lo que de verdad importa”, recuerda.

Tras superar la enfermedad se convenció de que ningún reto le queda grande. Por eso, en 2020, cuando llegó la pandemia, antes de asustarse se dedicó a reorganizar la empresa para hacerla más eficiente y lograr subirse a la ola de oportunidades que industrias como la suya estaban teniendo. “Se nos juntaron tres factores que nos llevaron al éxito”, comenta. Se refiere al aumento en la demanda de domicilios, todos despachados con bolsas de papel por requerimientos de higiene; al crecimiento de países sumándose a la adopción de leyes anti-plástico; y al aumento del valor de los fletes entre Asia y Estados Unidos.

La alta demanda le abrió las puertas del mercado norteamericano y en un solo año terminó duplicando el tamaño de su negocio. También superó el cáncer.

Un negocio familiar

Los Díaz Tarud son una familia de tradición en la industria litográfica de Colombia. Su abuelo llegó desde España y abrió en Ciénaga (Magdalena) la miscelánea Casa Clavería, que llegó a ser la más importante de la región.

Luego -en los 70s-, su papá José Díaz Peris, implementó las primeras impresoras y el negocio se enfocó en fabricar formatos para libros contables y cuadernos. Lanzaron su marca propia de cuadernos, El Cid, que llegó a ser una de las más vendidas en Colombia, pero cuando llegó el momento de hacer el relevo generacional, su papá y sus tíos no llegaron a un acuerdo sobre la empresa y prefirieron venderla. “Se la venden al Grupo Carvajal y mi papá termina yéndose a trabajar un par de años con ellos, hasta que decide montar su propia empresa: Ditar. El nombre se lo da la combinación de su apellido y el de mi mamá, Díaz Tarud”, narra Juan Carlos.

Ditar arranca oficialmente operaciones en 1997. Su consigna principal era entregar siempre a tiempo y sus clientes eran entidades públicas a quienes les fabricaban diplomas y formularios. En el 2014 llega el retiro de su papá y, teniendo como experiencia lo que había pasado con la empresa de su abuelo, deciden que la empresa no va a pasar a manos de los hijos.

“Él decidió que se la iba a vender a uno de sus hijos y el dinero de la venta lo iba a repartir por igual entre los demás”. Juan Carlos, el tercero de cuatro hermanos, fue quien se lanzó a hacer el negocio con su padre. Firmó el acuerdo de compra y se comprometió a pagársela a sus hermanos en los próximos ocho años.

Aunque sonaba como un salto al vacío, teniendo en cuenta que esa industria empezaba a quedarse obsoleta con la llegada de la digitalización y las nuevas preocupaciones globales sobre el medio ambiente, el resultado ya lo conocemos. En diez años Ditar ha logrado crecer diez veces sus ventas y más de 30 veces su valor como compañía. “Las oportunidades llegan una sola vez pero hay que saber identificarlas”, comenta Juan Carlos.

Tuvo que cambiar el ‘core’ del negocio, que pasó de las impresiones a la fabricación de bolsas de papel, inspirado en un congreso al que asistió en Brasil donde se hablaba del futuro del negocio. “El análisis en realidad no fue complejo, veía casos como Inditex, que en todas sus marcas de moda usa bolsas de papel, o como el de McDonald ‘s”. Para ese entonces Colombia ya empezaba a hablar de una ley de prohibición de plásticos de un solo uso que hoy es una realidad y que eliminó el uso de plástico en pitillos, bolsas, vasos y otros elementos.

Ahora, de cara al 2025, se propuso llegar a una nueva línea de negocio: la de las bolsas hechas para recubrir alimentos. Para lograrlo, debe cumplir con altos estándares de salud y calidad, pero dice estar listo. En 2024 enfocó sus esfuerzos en la estandarización de procesos, lo que le permitirá crecer este año en al menos 10 millones de unidades mensuales adicionales a su producción actual.

Sobre el futuro, dice que tiene claro que el suyo y el de la empresa están en Barranquilla. “Luego de comprar una operación de una empresa en Estados Unidos y analizar costos, mano de obra y oportunidad llegué a la conclusión de que no hay mejor destino para trabajar que Colombia y particularmente Barranquilla”.