Tanto en el vino como en el arte como en la hospedería, Alexander Vik aspira siempre a la excelencia

A poco más de dos horas al sur de Santiago, en una ruta por autopistas que luego se convierte en estrechas carreteras a través de hermosos campos en el valle de Cachapoal, se llega a la localidad de Millahue, en el fondo del valle, donde un llamativo techo metálico que recuerda a Frank Gehry confirma que has llegado a una de las mejores viñas del mundo.

Sorprendentemente, tal techo futurístico sobre una pequeña colina no desentona con la armonía del campo. Más bien parece una flor que se erige sobre las vides.

El Retreat, el hotel de la Viña Vik, a la distancia. FOTO: Rodolfo Jara / Forbes

El techo corona uno de los hoteles más exclusivos y lujosos de Chile en la octava mejor viña turística del mundo, según la organización World’s Best Wineyards, que en octubre próximo revelará su nuevo ránking y en el cual la Viña Vik espera subir de posición.

Lo más sorprendente es que la Viña Vik ha logrado esa distinción en apenas una década y media de su creación en un campo en donde no existían vides y sus vinos han ido desarrollando una complejidad que le han tomado mucho menos tiempo que el medio siglo que, según su dueño, expertos le aseguraron que tardaría elaborar caldos de buena calidad.

Esta proeza se debe a la tenacidad, urgencia y vastos recursos de Alexander Vik, un ciudadano noruego amante del vino que debutó en la Lista Forbes en el año 2000 con una fortuna valorada en US$ 2.900 millones y que se mantuvo en la misma hasta 2019, cuando acumulaba US$ 1.000 millones.

De padre noruego y madre uruguaya, Vik comenzó su aventura por tierras chilenas en 2004, decidido a encontrar el terruño para hacer el mejor vino del mundo.

Alexander Vik y su esposa Carrie. FOTO: Viña Vik

Vik estaba interesado en el concepto del terroir —que se refiere a la geografía, suelo y clima en donde se desarrolla un cultivo— y en conocer por qué, de acuerdo a su experiencia en Burdeos (Francia), un terruño particular producía vinos mundialmente celebrados mientras otro adyacente producía caldos menos memorables.

“Cuando yo hice el research en Francia (para crear la viña) los mejores del mundo me decían ‘bueno Alex, tú sabes que antes de que las viñas tengan 40, 50 años no vas a tener la mejor calidad’, a mí no me quedan 50 años, tengo que ir más de prisa”, contó Vik a Forbes, en una conversación hace unos meses recordando cómo se concibió la viña.

En busca del mejor terroir

Empeñado en encontrar el mejor lugar para producir vinos de fama mundial, con su esposa armó en 2004 un equipo de enólogos, climatólogos, geólogos, viticultores y agrónomos que se lanzaron a explorar terruños en Uruguay, Argentina, el sur de Brasil y Chile, hasta que, tras numerosos análisis, dieron con la tierra ideal en Millahue, en donde no había vides. Había que empezar desde cero.

En 2006 los Vik adquirieron 4.500 hectáreas de terreno y se pusieron manos a la obra plantando viñedos de Cabernet Sauvignon, Carmenere, Cabernet Franc, Merlot y Syrah en 12 pequeños valles que abarcan 327 hectáreas, en suelos arenosos, arcillosos y pedregosos.

Queremos un vino que exprese este terroir”, afirma el enólogo de Vik, Cristián Vallejo, quien trabaja en la viña desde 2007. Explica que la viña, mediante diferentes procesos, se esfuerza por impregnar los caldos con el sabor del terruño en donde crecen las vides. En breve explicamos más.

“La idea de elegir este lugar fue que justamente habían condiciones muy especiales para el vino. Primero es un campo que es grande, pero lo importante no es que sea grande, sino la cantidad de valles y micro valles que tiene”, dice Vallejo. “Todos (los valles) tienen una realidad distinta y cuando digo valles, son cerros que encierran el viñedo y hay una quebrada, entonces son realidades de la naturaleza diferentes”.

El enólogo de la Viña Vik, Cristián Vallejo. FOTO: Rodolfo Jara / Forbes

Además, afirma que “hay tres de ellos que tienen una influencia del viento del mar, súper importante, y que pareciera ‘¿cómo puede ser porque estamos encerrados entre cerros? y el mar lo tenemos a 60 km (a la altura de Pichilemu), pero si uno se fija en Windy el viento sopla un poco de sur a norte en forma diagonal y se mete con velocidad” por los campos.

Vallejo da inicio a un paseo por la viña desde un espejo de agua que, además de sus fines ornamentales, sirve para mantener fresco el clima de la bodega y las barricas. Un enorme recinto de concreto con techo de una lona especial alberga bajo nivel 150 enormes cubas de acero inoxidable, aunque tiene capacidad para más de 200.

FOTO: Rodolfo Jara / Forbes

Bajando una escalera y en medio de las cubas se encuentra el laboratorio enológico y más adelante se llega a una de las partes más especiales de esta viña: el lugar en donde se construyen las barricas.

Barricas hechas en casa

Si bien otras viñas compran barricas de madera para elaborar sus vinos en Vik han decidido construirlas ellos mismos, tal es la dedicación que tienen con la elaboración del vino.

Un artesano entrenado en Francia y un aprendiz ensamblan las barricas con duelas importadas de ese país y luego las tuestan con roble chileno, proveniente de árboles que encuentran caídos en la extensa propiedad. Según Vallejo, Vik es la única viña en Chile que elabora sus propias barricas de este modo.

Artesano trabaja en las barricas propias de Viña Vik. FOTO: Rodolfo Jara / Forbes

Otros vinos son criados en ánforas elaboradas de arcilla del mismo terreno. Según la viña, han construido seis ánforas de 1,9 metros de altura con capacidad para 675 litros que permiten la micro oxigenación de los vinos agregando notas minerales, sabores y aromas únicos del terruño. La cosecha 2019 de Cabernet Franc del sector de Los Lazos fue la primera cepa en envejecer en estas ánforas.

La próxima parada es la sala de cata, pasando a través de la cava decorada por hermosos murales telúricos que evocan al terruño de Millahue pintados por el uruguayo Eduardo Cardozo, único artista que tiene obras en todos los hoteles de Vik, que son tres en José Ignacio (Uruguay), uno dentro de la Galleria Vittorio Emanuele II de Milán (Italia) y el que está en esta viña.

FOTO: Rodolfo Jara / Forbes

Vik produce actualmente cinco vinos: A, Milla Cala, VIK, La Piu Belle ensamblaje y Rosé, y La Piu Belle champagne, un Millésime que elabora en Francia y ha traído a Chile, y del cual solo se produjeron 2.000 cajas.

Vik, Milla Cala y La Piu Belle tinto y rosé son ensamblajes, y A es el primer vino que no es un ensamblaje y que se hizo para destacar el microterroir mostrando las diferencias entre los 12 microvalles de Millahue.

Los vinos

Los esfuerzos de Vik ya están dando resultados y el conocido crítico James Suckling elogió este año al vino Vik 2019 con una alta calificación de 98/100, describiéndolo como “sedoso y complejo, con una expresión voluptuosa de grosellas y bayas dulces y con algo de roble cremoso de alta calidad. El vino muestra sin reparos las características más atrevidas del Cabernet chileno”.

Por su parte, Alexander Vik sostiene que “ya estamos haciendo vinos que son candidatos a los mejores del mundo y a lo mejor tardan unos 10 más en tener la reputación, que todo el mundo lo ha catado, los conoce y es todo un proceso que en el mundo del vino es bastante lento”.

FOTO: Rodolfo Jara / Forbes

Sin embargo, aclara que destacar entre otras regiones vinícolas del planeta no es misión fácil, más que por calidad por reputación.

“Una lucha es, Chile no tiene la mejor imagen para vinos de gran gran calidad, ¿no? Entonces, cuando uno presenta un vino en Estados Unidos o en Europa un vino chileno, entonces siempre, ‘ah, pero cómo puede ser que es tan bueno si viene de Chile’ y yo les explico siempre que en Chile hay condiciones fantásticas para hacer grandes grandes vinos”, opina.

Ser el mejor

De momento, Vik, enfocado en la excelencia como es, aspira a un reconocimiento que quizás le quede más a su alcance en el corto plazo, y es el de ser reconocida como la mejor viña turística del mundo en los World’s Best Vineyards, que el 25 de octubre anunciará su listado 2022 en una ceremonia en Mendoza (Argentina).

“El primer año que (la viña) salió (en la lista) fue 2019, que salimos 14. En el 2020 éramos diez, me parece, y este año fuimos el número ocho. Ahí también tenemos ambiciones de llegar al primer puesto de ser el mejor viñedo del mundo”, afirma.

Saliendo de la sala de cata se sube al restaurante Pavilion, uno de dos dentro de la viña (el otro es Milla Milla, dentro del hotel), donde se puede almorzar de una carta elaborada con base en los ingredientes disponibles en la huerta de la propiedad y proveedores locales seleccionados por el chef, Pablo Cáceres.

Una visita a Vik termina aquí o sigue en el hotel de la viña, el Retreat, de 22 habitaciones ultra lujosas decoradas de manera única cada una por distintos artistas chilenos y extranjeros, a las que se accede por un living adornado por obras de Roberto Matta y Anselm Kiefer.

Esta es otra experiencia en sí misma, a la que hay que dedicarle otro capítulo.

FOTO: Viña Vik