¿Cómo gestiona el matrimonio la élite adinerada? Hacemos una radiografía sobre estas relaciones
Por Chase Peterson-Withorn
Sergey Brin, cofundador de Alphabet (matriz de Google) y la séptima persona más rica del mundo, se convirtió este mes en el más reciente milmillonario de la Lista Forbes divorciado, tras ponerle punto y final a su matrimonio de tres años con Nicole Shanahan, su segunda esposa y con quien tiene una hija en común.
Antes de él lo hicieron otros rostros conocidos del panorama empresarial como Bill Gates o Jeff Bezos, gente que sabe muy bien que el dinero –incluso en forma de yate– no puede comprar la felicidad.
“Sigues lidiando con las mismas emociones humanas, los mismos problemas humanos“, dice Michael Mosberg, socio de Aronson Mayefsky & Sloan, un bufete de abogados de familia con sede en Nueva York al que recurren los ultra ricos. “Tener riqueza no te aísla de eso”.
De hecho, los multimillonarios más ricos de EE.UU. se divorcian a un ritmo similar al del ciudadano medio, según halló Forbes tras examinar las relaciones de las 50 personas más ricas del país, quienes integran nuestra Lista 400.
Estos ricos (cada uno de ellos con una fortuna mínima valorada en US$ 13.200 millones) se han dado el “sí, quiero” un total de 72 veces (a mayo de 2021), de las cuales 35 terminaron en divorcio, lo que supone un porcentaje del 49%, en línea con la cifra de entre el 40% y el 50% de la población general.
¿Cómo gestiona el matrimonio la élite adinerada? Algunos coleccionan cónyuges como Basquiats y Ferraris, mientras que otros nunca se han molestado en casarse. Muchos se casaron después de hacerse ricos, mientras que otros lo hicieron por por amor años antes de amasar sus fortunas. Ninguno, eso sí, tuvo que preocuparse nunca por la parte del voto que les pide permanecer juntos “en la pobreza”.
Para mal y para siempre
Mientras que los Gates parece que terminaron las cosas de forma cordial –siguen siendo copresidentes de su organización benéfica, la mayor fundación privada del mundo–, algunas parejas de la alta sociedad han tomado el camino contrario.
Cuando el rey de los bonos, Bill Gross, se separó en 2016 de su esposa tras tres décadas juntos, su divorcio se convirtió de inmediato en una guerra. La pareja se peleó en los tribunales (con órdenes de alejamiento incluidas) y en el mercado inmobiliario. Esta fue la parte agradable.
Después de que Sue Gross recibiera la casa de la pareja en Laguna Beach (California), Bill supuestamente metió peces muertos en los conductos de aire de la casa antes de entregar la propiedad (él lo negó en su momento).
Al final, ella se quedó con más de US$ 1.000 millones, la custodia de dos de los gatos de la pareja y parte de su colección de arte, incluido el óleo Le Repos (1932), de Picasso.
Sin embargo, en uno de los grandes giros de uno de los divorcios más mediáticos de ese país, Sue ya tenía en su poder el cuadro. Bill creía que el Picasso había estado colgado en su dormitorio hasta ese momento, pero su mujer ya lo había cambiado por una réplica que había pintado ella misma. En 2018, un año después de la finalización del divorcio, Le Repos se vendió en Sotheby’s por US$ 36,9 millones, y una parte de la recaudación se destinó a obras de caridad.
El divorcio en 2015 del milmillonario de fondos de inversión Ken Griffin y Anne Dias, su esposa durante 12 años, tampoco fue precisamente una imagen perfecta. Esa disolución —que reveló detalles sobre su extravagante estilo de vida (ella reclamó casi un millón de dólares al mes en gastos de cuidado de los niños) y sobre su difícil relación (Ken supuestamente le lanzó a Anne un poste de la cama una discusión, -él lo negó)— se centró en el acuerdo prenupcial de la pareja.
Ese acuerdo le daba derecho a Anne a un pago único de US$ 25 millones y la propiedad conjunta de su penthouse en Chicago, pero Anne alegó haber sido coaccionada a firmar el acuerdo la noche antes de su boda, y demandó por más. La pareja llegó a un acuerdo confidencial justo antes de ir a juicio.
Un acuerdo prenupcial ciertamente habría sido útil para el magnate del petróleo Harold Hamm, quien pasó años en los tribunales para divorciarse de su segunda esposa, Sue Ann Arnall.
En 2015, acabó extendiéndole un cheque de su cuenta en Morgan Stanley por la astronómica cantidad de US$ 974.790.317,77. Ella lo depositó, pero siguió luchando por una cantidad mayor. Un tribunal de apelación dictaminó que Sue Ann había aceptado el acuerdo al firmar y depositar el cheque, así que la mujer tomó sus millones y financió un comité de acción política que ayudó a destituir al juez que supervisó la separación.

El divorcio de la heredera de los dulces Jacqueline Mars de su segundo marido, Hank Vogel, en 1994, también fue más amargo que dulce. Vogel luchó por una mayor parte de su fortuna, alegando que no tenía ni idea de que su mujer era multimillonaria. Según él, Mars le había dicho que tenía una fortuna de US$ 30 millones cuando firmó un férreo acuerdo prenupcial. Forbes estimó que Jacqueline y sus hermanos tenían una fortuna de más de US$ 4.600 millones en esa misma época, pero Mars ganó una larga batalla judicial y no ha vuelto a casarse.
Y los magnates de los casinos Steve y Elaine Wynn probaron suerte en el matrimonio dos veces y perdieron en ambas. El primer divorcio de los Wynn fue amistoso; el segundo, no tanto. Su acuerdo de 2010 otorgó a Elaine más de 11 millones de acciones de Wynn Resorts, de la que era cofundadora y miembro del directorio. Dos años después, demandó para poder vender parte de su participación en la empresa y fue expulsada del directorio en 2015, en medio de una fea batalla de poderes. Steve Wynn acabó dejando su puesto como presidente de la junta y CEO en febrero de 2018, tras imputaciones de acoso sexual que ha negado. Posteriormente vendió todas sus acciones, dejando a Elaine como la mayor accionista individual de Wynn Resorts.
Sí, sí, sí
Como dijo el famoso Samuel Johnson, un segundo matrimonio es el “triunfo de la esperanza sobre la experiencia”, y los multimillonarios tienden a ser optimistas cuando se trata de volver a pasar por el altar. Algunos lo hacen cada pocos años.
A sus 49 años, Elon Musk ya se ha casado tres veces, dos de ellas con la misma mujer, la actriz Talulah Riley. El cofundador de Netscape, Jim Clark, va por su cuarta esposa (la modelo Kristy Hinze, unos 35 años menor que él), al igual que el jefe de News Corp. Rupert Murdoch (tras separarse de Wendi Deng, 37 años menor, se casó con la modelo Jerry Hall en 2016, y según múltiples reportes esta semana se estaría divorciando de ella también).
El cofundador de Oracle, Larry Ellison, también ya ha pasado por cuatro divorcios, y Ron Perelman lo ha superado atando el nudo cinco veces, un récord entre los multimillonarios estadounidenses. El jefe de Revlon pasó 19 años casado con la heredera de la banca, Faith Golding, y nueve años con la excolumnista de chismes Claudia Cohen.
La amarga batalla legal con su tercera esposa, la socialité Patricia Duff, duró más que sus tres años de unión. Su cuarto matrimonio, con la actriz Ellen Barkin, terminó después de seis años y los juicios no tardaron en llegar. En su quinto intento, Perelman se casó con una psiquiatra.
El legendario y fallecido empresario petrolero H.L. Hunt amaba tanto el matrimonio que tuvo tres, dos de ellos al mismo tiempo. Mientras estaba casado con una mujer en Arkansas, supuestamente se casó con otra en Florida utilizando un nombre distinto. Más tarde, tras la muerte de su primera esposa, Hunt se casó con una tercera mujer, una antigua secretaria con quien tuvo cuatro hijos en secreto. En la actualidad, dos de sus herederos –W. Herbert Hunt, de su primer matrimonio, y Ray Lee Hunt, del tercero– son milmillonarios.
Matrimonios abiertos
No todos los romances acaban con los matrimonios de los multimillonarios, y algunos pueden incluso prolongarlos. Eric Schmidt, CEO de Google de 2001 a 2011, lleva casado con su mujer, Wendy, desde 1980. Sin embargo, a Schmidt –apodado “el soltero más sexy de Nueva York” por Page Six en 2019– se le ha relacionado con varias mujeres, incluyendo la socialité Ulla Parker, la diseñadora de moda Shoshanna Gruss y la experiodista Kate Bohner. Una supuesta relación intermitente con la expatinadora artística y doctora Alexandra Duisberg ha mantenido a Schmidt en los titulares de los tabloides.
Warren Buffett también tuvo un acuerdo poco común con su primera esposa, con la que se casó en 1952. Buffett pasó cinco décadas casado con Susan Thompson, hasta su muerte en 2004. Ella fue una fuerza motriz en su vida, criando a los tres hijos de la pareja y empujando a Buffett a empezar a donar su fortuna a causas benéficas. Pero durante gran parte de su matrimonio, Buffett vivió con otra mujer, Astrid Menks, después de que Susan les juntara.
Los tres permanecieron unidos, incluso se dice que firmaban juntos las tarjetas de Navidad, y Buffett no se casó con Astrid hasta 2006, dos años después de la muerte de Susan. Tras la muerte de Susan, Buffett rebautizó la Fundación Buffett con su nombre y le dona cada año acciones de Berkshire Hathaway valoradas en cientos de millones de dólares. “Funcionó bien”, dijo sobre su inusual unión en el documental de 2017, Becoming Warren Buffett, “pero no creo que funcione bien para muchas otras personas, necesariamente”.
“No”
Algunos de los multimillonarios más jóvenes del país –como el magnate de Luminar, Austin Russell, de 26 años, y el heredero de Walmart, Lukas Walton, de 34– aún no se han casado. Tampoco lo han hecho el consejero delegado de Apple, Tim Cook, de 60 años, ni el magnate del entretenimiento David Geffen, de 78.
Cuando el cofundador de Microsoft, Paul Allen, que nunca se casó ni tuvo hijos, murió a los 65 años en 2018, dejó a su hermana a cargo de donar su vasta fortuna a causas benéficas.
Y Oprah Winfrey puede explorar las uniones del príncipe Harry y otras celebridades en la televisión, pero es una historia muy conocida que haya rechazado casarse con su pareja de siempre, Stedman Graham. “Durante años hubo cientos de historias en los tabloides, semanalmente, sobre si nos casaríamos”, escribió el año pasado. “En 1993, el momento después de decir sí a su propuesta, tuve dudas. Me di cuenta de que en realidad no quería un matrimonio. Quería que me lo pidiera. Quería saber que él consideraba que yo era digna de ser su mujer, pero no quería los sacrificios, los compromisos, la dedicación diaria necesaria para que un matrimonio funcionara. Mi vida con el programa era mi prioridad, y ambos lo sabíamos”.
Por supuesto, Oprah no es la única multimillonaria casada con su trabajo. Alex Karp, cofundador y director general de la empresa de minería de datos Palantir Technologies, de 53 años, parece tener poco tiempo para su cónyuge. “El único momento en que no estoy pensando en Palantir”, dijo a Forbes en 2013, “es cuando estoy nadando, practicando Qigong o durante la actividad sexual”.
Los más longevos
El matrimonio multimillonario más breve fue, casi con toda seguridad, la relación amorosa de 28 días que mantuvo el difunto Kirk Kerkorian en 1999 con la tenista profesional Lisa Bonder, 48 años menor que él. Pero muchos multimillonarios los han mantenido durante décadas.
Mark y Robyn Jones, novios desde el colegio, se casaron poco después de graduarse y llevan casi dos décadas dirigiendo Goosehead Insurance. Michael Dell y su esposa Susan, por su parte, llevan juntos desde 1989, cinco años después de que Dell fundara su empresa de informática desde su dormitorio en la Universidad de Texas.
Meg Whitman, exdirectora general de eBay y Hewlett Packard, y su marido, Griffith Harsh, neurocirujano, llevan más de 40 años juntos. Mientras que el cofundador de Nike, Phil Knight, lleva más de medio siglo de matrimonio. Knight conoció a su mujer, Penny, cuando era la mejor alumna de la clase de contabilidad que impartía en la Universidad Estatal de Portland.
El multimillonario de la televisión por cable Charles Dolan, de 94 años, y su mujer, Helen, empezaron a producir noticiarios deportivos para la televisión desde su casa en 1950. “Mi mujer y yo editábamos el rollo (de película) cada semana en nuestra cocina”, recordó Dolan en una ocasión. Llevan casados más de 70 años, al igual que el primer inversor de Berkshire Hathaway, David Gottesman, de 95 años, y su esposa, Ruth.
La muerte tuvo que separar al fundador de Walmart, Sam Walton, de su mujer, Helen Robson. La pareja se casó el día de San Valentín de 1943 y permaneció unida hasta que él falleció en 1992. “Siempre les dije a mi madre y a mi padre que me iba a casar con alguien que tuviera esa energía y ese impulso especiales, ese deseo de triunfar”, escribió Robson en la autobiografía de Sam de 1992. “Sin duda encontré lo que buscaba, pero ahora me río a veces y digo que quizá me pasé un poco”.
¿Felicidad para siempre?
Algunas parejas multimillonarias están incluso mejor juntas una vez separadas. “Si hubiéramos sabido que nos separaríamos después de 25 años, lo haríamos todo de nuevo”, escribieron Jeff Bezos y MacKenzie Scott al anunciar su separación en 2019. “Aunque las etiquetas puedan ser diferentes, seguimos siendo una familia, y seguimos apreciándonos como amigos”. Cuando Scott se volvió a casar a principios de este año, Bezos —que transfirió una cuarta parte de su participación en Amazon, entonces valorada en más de US$ 35.000 millones, a Scott como parte de su divorcio– dijo que estaba “feliz y emocionado” por la nueva pareja.
El matrimonio de Ted Turner con Jane Fonda, que duró una década, se rompió en 2001, pero la actriz ganadora de un Oscar sigue llamando a Turner su “exmarido favorito”. El magnate de los medios de comunicación también habla con cariño de Fonda: “Cuando amas a alguien, y lo amas de verdad”, dijo Turner a Piers Morgan en 2012, “nunca dejas de amarlo por mucho que lo intentes”.
De ese sentimiento se hace eco el multimillonario farmacéutico Stewart Rahr, que puso fin a su matrimonio de 43 años en 2013 y se lanzó rápidamente a las escenas de fiesta de Manhattan e Ibiza, pero aún encontró tiempo para almorzar con su exmujer cada semana. “Mi divorcio con Carol fue fenomenal”, dijo Rahr a Forbes en 2013. “Amo a esa chica”.