Las perspectivas económicas de América Latina, y especialmente Colombia, parecen ser sólidas, aunque no están exentas de retos que no pueden tomarse a la ligera. La subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Antoinette Monsio Sayeh, habló con Forbes Colombia sobre los aspectos que definirán el rumbo del país y la región para los próximos años.
El pasado 11 de octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) lanzó sus perspectivas económicas mundiales para este año: el mundo pasará de un crecimiento del PIB de 3,5% en 2022 a 3% en 2023 y 2,9% en 2024. No obstante, la inflación, disminuirá de manera constante en todo el mundo, de 8,7% en 2022 a 6,9% en 2023 y 5,8% en 2024. Las medidas pospandemia han resultado.
Cabe recordar que todo lo anterior se debería a políticas monetarias más estrictas que se beneficiaron de precios bajos en las materias primas a nivel internacional, estrategia que no sería suficiente para que la inflación vuelva a alcanzar las cifras objetivo de los bancos centrales hasta 2025. Al mundo le queda trabajo por hacer si quiere volver a la normalidad financiera, sobre todo por un panorama geopolítico mucho más fragmentado que antes y en el que predominan los sobresaltos.
Pese a este escenario, América Latina se ha caracterizado por ser una de las regiones que ha capoteado con más éxito las recientes perturbaciones mundiales y ha mostrado un sólido comportamiento en 2022 y principios de 2023, al menos desde la óptica de la subdirectora gerente del FMI, Antoinette Monsio Sayeh, quien habló en exclusiva con Forbes Colombia, días antes de reunirse con el presidente Gustavo Petro en Bogotá.
Monsio Sayeh tiene conocimiento de causa para hablar de este tema, pues no es su primera vez en la institución. Antes de ocupar su cargo actual en marzo de 2020, fue directora del Departamento Africano del FMI de 2008 a 2016, donde supervisó el compromiso de la organización con sus países miembros del África subsahariana. En ese gap de cuatro años, fue investigadora visitante distinguida en el Centro para el Desarrollo Mundial y Copresidente para la 19ª Reposición de la Asociación Internacional de Fomento (AIF19), el fondo del Banco Mundial para los más pobres.
Antes, fue ministra de Finanzas en la Liberia del posconflicto entre 2006 y 2008. Según cuenta, dicha labor le proporcionó experiencia de primera mano a la hora de abordar los retos a los que se enfrentaba un país frágil que pasó por la liquidación de sus atrasos de deuda multilateral de larga data, el Punto de Decisión de la Iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados (PPME), el Club de París, la recompra de su deuda comercial y su primera estrategia de Reducción de la Pobreza.
Hizo una carrera de 17 años en el Banco Mundial, en la que desempeñó diversas funciones en operaciones nacionales, corporativas y directivas. Estas experiencias han resultado muy pertinentes para su función actual, pues América Latina se ha convertido en su foco principal de revisión y acción, justo en momentos donde el FMI se ha caracterizado por ayudar a sus países miembros a abordar reformas difíciles, pero “muy necesarias” bajo su criterio.
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LO QUE NOS ESPERA
En su último análisis, el FMI prevé que América Latina y el Caribe tenga un ajuste en su crecimiento al pasar de 4,1% en 2022 a 2,3% tanto en 2023 como en 2024, aunque con revisiones al alza de 0,4 y 0,1 puntos porcentuales desde el pasado mes de julio para este y el próximo año, respectivamente. El descenso para 2023 refleja una normalización del crecimiento junto con el efecto de políticas más restrictivas, un entorno exterior más débil y precios bajos de las materias primas.
A manera de ejemplo, la revisión al alza para 2023 desde julio refleja un crecimiento superior al previsto en Brasil, revisado al alza en un punto porcentual hasta 3,1%, impulsado por el dinamismo de la agricultura y la resistencia de los servicios en el primer semestre de 2023. El consumo también se ha mantenido fuerte, apoyado por el estímulo fiscal de la administración actual.
La revisión al alza para la región también refleja un crecimiento mayor de lo previsto en México, revisado al alza en 0,6 puntos porcentuales hasta 3,2%, con el retraso de la recuperación pospandémica en la construcción y los servicios, así como los efectos de la recuperación de la demanda en EE.UU. y el impacto de su política monetaria.
La subjefa de la División de Estudios Regionales del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, Anna Ivanova, complementó esta idea argumentando que en América Latina siempre ha habido reacciones a la política monetaria de Estados Unidos, como depreciaciones de las tasas de cambio y salidas de capitales en respuesta a la subida de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal (FED). No obstante, destacó que el año pasado fue “inusual” debido al comportamiento de los precios del petróleo, que se mantuvieron altos tras la guerra en Ucrania, a pesar de la subida en el costo del dinero.
“Esto ayudó a amortiguar el impacto del endurecimiento de la política monetaria estadounidense sobre los productores de materias primas de América Latina y el Caribe”, agregó la experta.
Aunque el crecimiento se está suavizando, esa desaceleración que Monsio Sayeh calificó como “saludable” refleja varios factores clave: una desaceleración normal del crecimiento de la producción tras la fuerte recuperación de la pandemia; unas condiciones externas menos favorables, como un menor crecimiento de los socios comerciales, condiciones financieras externas más restrictivas y cierta moderación de los precios de las materias primas clave que se dispararon tras la guerra de Ucrania; y el que a su juicio es el más importante de todos, los efectos retardados del rápido endurecimiento monetario en toda la región para combatir la inflación, y la retirada de la mayor parte del estímulo fiscal de la pandemia.
Con la actividad económica perdiendo algo de impulso y la inflación general en una senda descendente, los bancos centrales de la región parecen estar bien situados para suavizar gradualmente las posturas de política monetaria a medida que las presiones sobre los precios sigan retrocediendo. Sin embargo, la subdirectora gerente del FMI subrayó que esta recomendación se aplica a la mayoría de los países, pero no a todos.
“Relajar prematuramente es arriesgado y, por tanto, normalizar la política monetaria requiere equilibrar cuidadosamente la fortaleza de la economía, el comportamiento de las expectativas de inflación, y debe coordinarse con la política fiscal. Para ello es fundamental una comunicación clara: los bancos centrales deben transmitir al público qué acontecimientos económicos pueden orientar la política, teniendo en cuenta que la política monetaria funciona con algunos desfases”, aclaró.
Con esto en mente, no es descabellado afirmar que la política fiscal de la región se verá limitada en el futuro por la ralentización de la economía mundial, el aumento de las tasas de interés, que incrementará los costes de los préstamos, y el elevado endeudamiento de la región. Por ello, la ejecutiva consideró que estos esfuerzos deben centrarse en reconstruir el espacio político para mantener la sostenibilidad fiscal y aumentar la resistencia frente a futuros choques, protegiendo al mismo tiempo las necesidades clave de gasto social.
La mayoría de los países de la región tienen planes ambiciosos para reforzar las finanzas públicas, por lo que será fundamental para cada gobierno conseguir apoyo político y general para aplicar esas ideas en el futuro próximo. Esto es importante para seguir reduciendo la deuda pública a mediano plazo, que se mantiene elevada en comparación con otras economías de mercado emergentes y en desarrollo. Asimismo, Monsio Sayeh advirtió que el ritmo del esfuerzo debe calibrarse cuidadosamente y tener en cuenta aspectos como el tamaño de la ya mencionada deuda pública, la fortaleza de la actividad económica y la evolución de los costes del servicio de la deuda.
Pese a ello, el fortalecimiento de los marcos de política monetaria en las dos últimas décadas les ha permitido ganar credibilidad a los países con bancos centrales independientes. De ahí la importancia de que tanto la política monetaria como la fiscal trabajen juntas para reducir la inflación. “Esta coordinación entre las dos palancas políticas es aún más importante con marcos menos establecidos. En algunos casos, es esencial reformar los bancos centrales para reducir la dependencia de la financiación monetaria y reforzar sus balances”, dijo Monsio Sayeh.
No cabe duda de que los riesgos a la baja dominan las perspectivas a corto plazo e incluyen factores como un crecimiento aún menor en los principales socios comerciales, la volatilidad de los precios de las materias primas, nuevas turbulencias en los mercados financieros de las grandes economías y la intensificación de las tensiones geopolíticas. A eso hay que sumarle otros factores problemáticos, especialmente para Colombia y otros países de la región, y es que las perturbaciones relacionadas con el clima, como el fenómeno de El Niño, podrían pesar sobre el crecimiento económico y poner en peligro el proceso de desinflación en curso.
¿Y COLOMBIA QUÉ?
En el último informe del FMI, Colombia parece mostrar un comportamiento positivo, pues la proyección de crecimiento económico para el país subió de 1% a 1,4%, e incluso logró una previsión más alta para 2024, donde se estima una mayor producción de 2%. Al ser preguntada sobre la revisión al alza, Monsio Sayeh comentó que refleja principalmente un crecimiento más fuerte de lo previsto en el primer trimestre, apoyado en una fuerte demanda interna y en la actividad del sector servicios.
Para 2024, la previsión de crecimiento del PIB real no ha variado desde el informe pasado, publicado en abril, por lo que el 2% se mantiene inalterado. Esto refleja la expectativa de que la demanda interna, principalmente el consumo y la inversión, se fortalecerá a medida que las políticas macroeconómicas se normalicen gradualmente a partir de su actual orientación restrictiva.
A manera de contexto, y para explicar cómo ha llegado Colombia a este punto, la subdirectora gerente celebró que el país manejó muy bien el impacto de la pandemia y tuvo una de las recuperaciones más rápidas de América Latina. Ese fuerte crecimiento continuó en 2022, cuando la economía creció más de 7%. Para entonces ya se estaban revirtiendo muchas medidas de estímulo, pero tardaron en surtir efecto, por lo que el crecimiento seguía siendo excepcionalmente alto.
“Lo que estamos viendo ahora es una transición gradual y saludable hacia una senda más sostenible, respaldada por políticas macroeconómicas estrictas y un entorno exterior menos favorable. Y eso está muy en consonancia con la experiencia de otros países de la región”, agregó.
Incluso, señaló que el balance de riesgos sigue estando a la baja, aunque aquí hay matices que deben destacarse: un eventual endurecimiento de las condiciones financieras mundiales mayor de lo previsto podría afectar negativamente a las entradas de capital y al crecimiento. Adicionalmente, es innegable que Colombia podría beneficiarse de la subida de los precios del petróleo resultante de una escalada de los conflictos geopolíticos entre Rusia y Ucrania e Israel y Palestina, pero se verá afectada negativamente por un crecimiento mundial más débil y una interrupción brusca de las cadenas de suministro.
Mientras que estos factores plantean retos importantes en el terreno internacional, no se puede dejar de lado lo que sucede en el Congreso, que debe continuar los debates de las reformas a la salud, laboral y pensional, así como revisar los proyectos venideros, vinculados a la educación, el agro, la justicia y los servicios públicos.
Sobre este aspecto, Monsio Sayeh sostuvo que, en un entorno global tenso, los países de todo el mundo se enfrentan al reto de impulsar el crecimiento, realizar las inversiones necesarias para proteger a sus poblaciones vulnerables y hacer las inversiones adecuadas para iniciar la transición hacia una economía verde. Y la clave para hacerlo es a través de reformas transformadoras que Colombia está buscando hacer.
“Dichas reformas son fundamentales para promover un crecimiento económico inclusivo y sostenible y mejorar la competitividad exterior. De hecho, una nueva investigación del FMI muestra que si tales reformas se priorizan y se secuencian y agrupan adecuadamente, pueden aumentar los niveles de producción hasta un 4% en dos años y hasta un 8% en cuatro años. Así pues, es positivo contar con un programa de reformas ambicioso y coherente”, añadió.
Con esto en mente, la subdirectora gerente del FMI manifestó el apoyo de la institución a los “amplios objetivos” de la propuesta de reforma social del Gobierno, incluida la ampliación de la cobertura de las pensiones, la mejora de la asistencia sanitaria primaria, el aumento de los derechos de los trabajadores, así como el incremento de la equidad y la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles. Teniendo en cuenta que muchas de estas propuestas se están debatiendo en el Congreso, la directiva aseguró que la organización está a la espera de los acuerdos finales para exponer sus puntos de vista.
Unido a ello, la jefa de la misión del FMI para Colombia, Ceyda Oner, destacó la importancia que las reformas encajen en los sólidos marcos políticos de Colombia. “Va a ser muy importante avanzar en su fortalecimiento y que todas estas reformas se apliquen dentro de esos marcos tan sólidos que tan bien han servido a Colombia”, detalló.
En general, la estabilidad macroeconómica es una condición necesaria para que estos proyectos tengan éxito. Incluso, Monsio Sayeh recalcó que, para preservar la estabilidad fiscal, externa y financiera, será esencial aplicar el programa de reformas sociales de forma gradual y prudente, además de formularse y planificarse de conformidad con la regla fiscal, equilibrando al mismo tiempo las consideraciones de equidad, eficiencia y sostenibilidad.
Por ejemplo, argumentó que los planes para reducir la dependencia de los combustibles fósiles deberán complementarse con esfuerzos para diversificar las exportaciones de Colombia a través de medidas que fortalezcan el clima de inversión y refuercen el capital humano, la apertura al comercio y la competitividad. Mientras tanto, las estrategias para ampliar la red de seguridad social tendrán que ir acompañados de esfuerzos para orientar mejor los programas de asistencia social con el fin de garantizar que los recursos públicos lleguen a los hogares más vulnerables de Colombia.
La directora gerente del FMI declaró que, para que cualquier programa de reforma tenga éxito y sea duradero, también es importante desarrollarlo en consulta con todas las partes interesadas, además de una estrategia de comunicación coherente y cuidadosa que proporcione previsibilidad sobre la dirección de las políticas.
En otras palabras, el éxito de los proyectos de cambio depende de la capacidad de diálogo del presidente Gustavo Petro y los congresistas de su partido para sacarlas adelante, algo que no ha funcionado bien hasta el momento y que lo pone en aprietos para mostrar resultados antes del 20 de diciembre, fecha en la que concluye esta legislatura y que complica iniciativas que no han tenido su primer debate ¿Logrará dar el volantazo a tiempo?
