La economista Carol Wise analiza las relaciones entre Latinoamérica y China, y habla sobre Chile

“Quiso la Madre Naturaleza que la región de América Latina dispusiese de las materias primas que China precisaba para propulsar hacia una etapa más madura su modelo de desarrollo de alto crecimiento basado en exportaciones”, señala la economista política Carol Wise en la introducción de su más reciente obra, Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina, publicada en 2020 por Yale University Press y la Universidad del Pacífico (UP).

En efecto, la profesora estadounidense de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad del Sur de California lleva casi toda una vida investigando la región y, en particular, el Perú. En plena guerra interna, en 1985, llegó a la UP con una beca Fulbright como candidata a doctora. Vivió en el país durante un año y medio, cruzándose en los pasillos de dicha casa de estudios a investigadores que llegarían a trabajar en el Gobierno. Fruto de las investigaciones, publicó un paper sobre el desarrollo institucional peruano de la década de los noventa y principios del siglo XXI. En 2012, regresó a la UP con una beca para enseñar e, inspirada por colegas locales, comenzó a explorar los vínculos políticos y comerciales de la región y China.

Aprender de la experiencia

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China es el principal socio comercial del Perú. Foto: Andina

Para Wise, Chile y Perú han sido los países que más se beneficiaron de la actual política comercial “ganar-ganar” e “independiente de la ideología política” que el gigante asiático ha entablado en la región.

En una entrevista para su investigación (que duró más de una década, justamente los años dorados del último boom de los precios de las materias primas, entre 2003 y 2013), Wise le preguntó a un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de China por qué eligieron negociar un acuerdo de libre comercio con Chile. El acuerdo se firmó en 2005, cuatro años después de que China obtuviera el status de país miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Con Perú, lo firmó en 2010.

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“Chile tiene tantos acuerdos de libre comercio y nosotros queremos aprender cómo negociar un acuerdo de libre comercio con un país que tiene experiencia”, cuenta que le respondió, parafrasenado al hombre.

Se refería a los acuerdos comerciales que tanto Chile y Perú habían firmado con su país: Estados Unidos. Chile suscribió en 2003 y Perú en 2006. Ese camino de apertura comercial de ambos mercados no habría sido posible sin las reformas regulatorias previas impuestas en la región tras el Consenso de Washington, que impulsó la liberalización, la privatización y la desregulación, repara Wise.

“Los pequeños países fueron un caso de pruebas para expandir el pensamiento de economía del desarrollo”, dice Wise, y subraya su tesis de que los acuerdos comerciales con China “no son neoliberales” sino “asimétricos”.  

Una de las asimetrías que advierte Wise es en la mayoría de inversiones. Aunque el intercambio comercial creció entre el gigante asiático y Latinoamérica y permitió que se incrementaran las reservas en la región, en materia de inversiones el flujo hacia Asia se mantiene desigual, dice. “El flujo de inversión extranjera directa de Latinoamérica en China es US$ 3.500 millones entre 2012 hasta el presente. En 2020, la inversión extranjera directa de China en la región es de US$ 130.000 millones”, comenta.

Un mundo pospandemia en guerra y con inflación

Para Wise, la guerra en Ucrania y las medidas ante la inflación en Estados Unidos adoptadas por parte de la Reserva Fderal tendrán efectos “dolorosos” sobre la economía mundial.

A diferencia de la crisis financiera del 2008-2009, Wise descarta que tanto Estados Unidos como China opten por la vía del estímulo fiscal. La economista recuerda que ambas economías invirtieron alrededor de 4,9% de su producto bruto interno (PBI) en esa dirección. “No creo que exista el impulso político para hacer más paquetes en Estados Unidos. Los chinos están en un punto político difícil”, indica, refiriéndose a la decisión del Partido Comunista de China respecto a si amplía el plazo de gobierno de Xi Jinping, de 68 años, en septiembre próximo.

En el caso de Latinoamérica, la economista advierte que, en el contexto geopolítico actual, hay países que se están beneficiando, como Argentina y Brasil. Según la académica, el primero lo hace través de la venta de sus cereales y, en el caso del segundo, por su petróleo. Incluso México, cuyo vínculo comercial con China comenzó inclinando la balanza hacia las importaciones, le está exportando autopartes al gigante asiático.

Con Venezuela y Ecuador, observa que la relación de China es aún más asimétrica, según señala en tono crítico la investigadora en un paper pospandemia que actualiza información publicada en su obra.

“Venezuela y Ecuador, los países más ricos en petróleo en la lista de socios chinos del siglo XXI, son testimonio de la extrema necesidad de petróleo de China. Ninguno de estos países abundantes en petróleo ha hecho un esfuerzo convincente por diversificar su base económica y ambos han rechazado el tipo de reformas institucionales y macroeconómicas que podrían haber ayudado a aprovechar el auge de China de manera más productiva. Juntos, representan alrededor de US$ 85.000 millones en préstamos bancarios de política china, con la única condición de que ambos países paguen los préstamos en petróleo”, señala.

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En su último reporte de perspectiva mundial, en abril pasado, el Fondo Monetario Internacional bajó de 4,8% a 4,4% la proyección de crecimiento de China, debido a la incertidumbre asociada a los contagios por COVID-19 y su impacto económico. ¿Cómo afectará económicamente a Latinoamérica una eventual desaceleración de la demanda de ese país asiático?

“Lo único que compra China son recursos naturales de Latinoamérica. Y comida. Creo que esa demanda siempre va a permanecer, porque sino China no puede alimentarse sola. [China] no tiene recursos; tiene carbón”, responde. No quiere pecar de optimista, como señala que ha sido criticada. De hecho, reconoce el reto interno que existe en Perú en materia de corrupción. “Perú tiene un retroceso bajo esta administración. Pero todavía tiene buenos tecnócratas en las instituciones que las defienden”, afirma.

“Creo que Perú y Chile son ganadores en este escenario, pero es un escenario depresivo”, concluye.