No es solo la guerra: la pandemia y lentitud en el desarrollo de las renovables han agravado la crisis

Si tomamos las inversiones en el suministro de petróleo y gas, que no han sido suficientes para abastecer el repunte de la demanda que se generó tras el confinamiento provocado por la pandemia de Covid-19, y las juntamos con la lentitud en el desarrollo y la integración de los suministros renovables, así como las limitaciones rusas en las exportaciones de gas a Europa, podemos hacernos una idea de la tormenta perfecta que atraviesa el sector energético a nivel global.

El asunto más grave está en el viejo continente, pues el gobierno ruso cerró el gasoducto Nord Stream I el pasado 2 de septiembre, frenando en seco el suministro de gas natural licuado para Alemania y el resto de la Unión Europea; eso provocó incrementos de hasta 30% en las tarifas de Países Bajos, nación de referencia para todo el bloque.

“Estamos ante una situación extraordinaria, porque Rusia es un proveedor poco fiable y está manipulando nuestros mercados energéticos”, aseguró la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, durante su discurso del Estado de la Unión en el Parlamento Europeo, pronunciado el pasado 14 de septiembre.

Al ser consultada por FORBES sobre las medidas que el bloque comunitario tiene en mente para contrarrestar la estrategia rusa, la presidenta comentó que “hemos aumentado nuestra preparación y debilitado el control de Rusia sobre nuestro suministro energético mediante la reducción de la demanda, lo que ha permitido que nuestros almacenamientos comunes estén al 82%”.

De hecho, la diversificación permitió que las importaciones provenientes de Rusia representaran solo 9% del total frente al 39,2% que dicho mercado aportaba a comienzos de abril, según datos de Statista.

Gracias a esa diversificación, la UE ha aumentado las entregas de gas natural licuado o por gasoducto procedentes de Estados Unidos, Noruega, Argelia, Azerbaiyán y otros países. Para abril de 2022, Noruega representaba 25,1% de las importaciones de gas, seguido de Argelia con 8,2%, Estados Unidos con 7,3% y otros mercados que agrupan el 20,2% restante.

Con la diversificación llevada a cabo en los últimos meses, Noruega suministra ahora más gas a la UE que Rusia, incrementando sus importaciones en ocho puntos porcentuales, según reveló el comisario de Energía noruego, Terje Aasland. Lo anterior permitirá que la cantidad de gas proveniente del país nórdico llegue a 122.000 millones de metros cúbicos para final de año.

No obstante, el investigador principal adjunto en el Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia, Antoine Halff, sostuvo que la retención de los suministros de gas por parte de Rusia “es solo un factor importante en la crisis”, pues no habría sido tan impactante de no ser por las condiciones subyacentes del mercado.

Al respecto, se refirió a los efectos perturbadores del Covid-19 y los esfuerzos en curso para la transición a una existencia más limpia. “Debido a la pandemia tuvimos una caída en el uso de la energía durante los cierres, así como en la inversión de la cartera. Al mismo tiempo, el uso de hidrocarburos convencionales fue exacerbado por las ambiciones de descarbonizar el sistema, por lo que hay preocupaciones de que cualquier inversión podría detenerse debido a un cambio de las vacas sagradas”, explicó.

Al mismo tiempo, al salir del encierro en muchas economías del mundo, la demanda ha repuntado. A esto se suman las perturbaciones del mercado causadas por el propio cambio climático, con el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, las olas de calor y las inundaciones, lo que está creando grandes oscilaciones en la demanda y las restricciones.

A pesar del impacto del cambio climático y la creciente frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, que son muy imprevisibles y difíciles de gestionar, la verdadera crisis actual está en el mercado del gas, pues se produce en un momento en que desempeña un papel mucho más importante en el sistema energético y económico mundial que en el pasado.

El caso del Reino Unido

Si hay un país en concreto que está sintiendo ese efecto, es el Reino Unido. Aunque su suministro no está directamente ligado al gas ruso, tiene una dependencia inusual del gas para la calefacción, además de que sus hogares y edificios son los menos eficientes energéticamente de Europa. 

“Esta dependencia tiene raíces profundas, que incluyen la disponibilidad de gas en el Mar del Norte. Además, los esfuerzos por diversificar la energía utilizada para la calefacción se han visto obstaculizados por los gobiernos, que han cargado sistemáticamente los costes de las políticas en la electricidad, pero no en el gas”, explicó a FORBES el director asociado del Institute for Government, Tom Sasse.

Durante la crisis actual, los hogares británicos han sufrido el mayor recorte directo del poder adquisitivo en Europa Occidental, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Un factor clave ha sido que otros países han tomado medidas más tempranas y amplias para controlar los precios, pero la escasa eficiencia energética de los hogares ha contribuido al golpe que han sufrido los británicos, incluidos algunos de los más vulnerables.

Según proyecciones del Institute for Government, se espera que los precios de la energía sigan subiendo y se mantengan altos durante más tiempo de lo esperado al inicio de la crisis. De hecho, la Oficina de Mercados de Gas y Electricidad (Ofgem) anunció a finales de agosto que el tope pasaría de 1.971 libras anuales a 3.549 libras en octubre y hasta 5.000 en enero para un hogar de clase media. 

De ahí que la nueva primera ministra, Liz Truss, desvelara su plan para hacer frente a la espiral de las facturas energéticas, que consiste en congelar los cobros a los hogares en 2.500 libras durante dos años a partir de octubre, muy por debajo de las proyecciones ya mencionada. Además, se ofrecerá una ayuda equivalente a las empresas durante seis meses.

El Gobierno no ha facilitado hasta ahora los costes, pero los informes preliminares sugieren que esto podría costar unos 150.000 millones de libras que se pagarán con préstamos. El Partido Laborista había propuesto congelar el tope de precios de la energía durante seis meses en su nivel actual, que podría costar 40.000 millones de libras hasta abril, pagados en parte por un impuesto inesperado sobre empresas energéticas.

Sin embargo, la solución a este problema va ligada a otro igual de serio: el Premio Nobel de Economía en 2019, Michael Kremer, destacó en diálogo con FORBES que la situación energética también se acompaña de una crisis de precios de los alimentos, en parte porque el gas natural también se usa en la producción de fertilizantes. 

“No quiero especular sobre cuál será el efecto de esta coyuntura en su totalidad y cuál será la evolución de la misma, pero obviamente ya estamos viendo una crisis real en este momento”, alertó.

Razón no le falta si recordamos la fuerte sequía que vivió el Reino Unido durante el verano a causa de los bajos niveles de agua en todo el país. La situación fue monitoreada por la NASA, cuyas imágenes satelitales sobre el territorio británico pasaron de verde a marrón entre junio y agosto. En dichos escenarios, el uso de fertilizantes hace que, con poca humedad, los nutrientes de la tierra estén más disponibles para el cultivo de alimentos.

Como alternativa a esta problemática, un estudio de la Universidad de Princeton reveló que tanto la energía solar como la eólica no solo mejoran la resistencia a las sequías, sino que “ayudan a la sostenibilidad del agua subterránea” mediante el desarrollo de agricultura fotovoltaica.

Pese a que dicha solución suena prometedora para evitar el uso de fertilizantes y, al mismo tiempo, dejar de depender del gas, también viene acompañada de un problema importante.

Greenflation

Se entiende por greenflation el aumento de precio de los minerales utilizados en las tecnologías verdes, como el cobre, níquel, litio y cobalto. En el primer caso, su valor nominal por libra ha aumentado de US$ 291,89 para marzo de 2019 a US$ 487 tres años después, según datos de la Bolsa de Metales de Londres. Las causas principales de este aumento fueron la liberación de inventarios estratégicos por parte de China, así como la invasión a Ucrania.

Para Halff, el desarrollo de las energías renovables no es fácil, aunque ha habido un aumento importante; no obstante, a pesar del gran crecimiento de los últimos años, siguen siendo pequeñas en el sistema energético. De ahí que su implementación plantee un reto debido a la intermitencia de la oferta. 

Esto no solo se ha profundizado gracias a los elevados costos de los minerales, sino que tampoco hay suficiente mano de obra que instale los equipos necesarios para desarrollar proyectos de energías limpias debido a que “la respuesta de las comunidades locales no siempre es favorable a algunos proyectos”, según el académico.

“Cuando diriges un país e identificas todos los riesgos a futuro, tienes que ser capaz de entender cuál es el coste de la inacción, y dónde tendrás que actuar primero. Es entonces cuando priorizarás la adaptación en los niveles de resiliencia basándote en el retorno económico social de la inversión, y podrás construir un plan y apoyarlo con números y fondos”, dijo a FORBES el líder de Clima y Sostenibilidad Global de Boston Consulting Group (BCG), Hubertus Meinecke.

Para llegar a esto, los gobiernos deben estar en capacidad de reunir datos y proyectar herramientas como la Inteligencia Artificial y la analítica, consideradas como un verdadero apoyo ante la toma de decisiones y la gestión de estrategias. Esto para entender cuál es su impacto, y luego ser capaz de modelar cómo se verán las cosas en 10 o 20 años.

Lo anterior abre el interrogante sobre qué tan rápido intervenir, pues si bien se asegura un futuro más amigable al medioambiente al tomar acción, los costos elevados de dicha decisión serían un elemento más en una crisis de gran envergadura.

En conclusión

Pese a que no hay una brújula mágica que indique el camino correcto, sí existe una estrategia intermedia. Según Halff, el gas puede ser una herramienta “muy útil” para ayudar a integrar las energías renovables en el sistema energético, pues las centrales eléctricas pueden ser encendidas o apagadas mucho más fácilmente. Además, el gas es más limpio que el petróleo o el carbón, y puede serlo aún más si se desarrolla adecuadamente.

“Hay preocupación por invertir dinero en algo que va a durar poco. Probablemente no sea necesario cuando las energías renovables empiecen a tener más cuota de mercado. Preocupa la posibilidad de fijar un hardware que provoca emisiones y es algo de lo que queremos alejarnos”, dijo.

Mientras se encuentran las soluciones adecuadas, será necesario hallar formas de utilizar todo aquello que se tiene a la mano y, al menos en un corto plazo, evitar que la tormenta actual empeore a niveles que escapen de nuestro control.