El síndrome del impostor es real y tiene una base biológica. La buena noticia es que se puede trabajar gracias a la neuroplasticidad. ¿Cómo hacerlo?

Amelia es brillante, empática y comprometida. Ha trabajado duro, tiene resultados tangibles y acaba de ser elegida para liderar un proyecto estratégico en su organización. Todos confían en su criterio. Todos, menos ella.

Mientras el mundo celebra su capacidad, una voz dentro de Amelia susurra con aparente humildad, pero con firmeza: “No estoy lista”, “tuve suerte”, “¿Y si descubren que no soy tan buena como creen?”

No es falta de gratitud. No es debilidad. Es neurobiología evolutiva.

El cerebro de Amelia —como el de tantos líderes sensibles e inteligentes— está activando un viejo sistema de protección: la amígdala interpreta el reconocimiento como una amenaza, su Red por Defecto (Default Mode Network) entra en modo juicio, y su corteza prefrontal pierde claridad ante el secuestro emocional del estrés.

El resultado: Amelia se siente como una impostora… incluso cuando su trayectoria dice lo contrario.

1. El sesgo de negatividad: tu cerebro no te sabotea, te protege (demasiado)

La evolución no nos programó para aplaudir logros, sino para detectar peligros. Nuestra hipervigilancia ancestral, útil en la sabana africana, hoy se activa… en una videollamada.

  • Amígdala: percibe visibilidad y reconocimiento como riesgos sociales.
  • Hipocampo: revive memorias incómodas de crítica o vergüenza, reforzando el miedo al “descubrimiento”.

En líderes como Amelia, esto se traduce en alerta constante. Como si alguien fuese a desenmascarar una mentira… que nunca existió.

2. La Red por Defecto: el piloto automático de la autocrítica

Tu cerebro no se apaga cuando descansas. Se enciende hacia adentro. La Default Mode Network procesa pensamientos internos, y si no ha sido entrenada… lo hace con sesgo negativo.

“¿Por qué me eligieron a mí?”
“Seguro cometieron un error.”
“No estoy al nivel de los demás.”

Estudios con neuroimagen lo confirman: esta red se hiperactiva en personas con ansiedad social y baja autoeficacia, y se refuerza con pensamientos rumiativos. Tu cerebro recicla historias viejas… como si aún fueran actuales.

3. El cuerpo también escucha: el síndrome del impostor se siente en la piel

Lo que Amelia piensa… se manifiesta físicamente:

  • Voz temblorosa.
  • Latidos acelerados.
  • Sensación de estar actuando un papel.

Internamente, el cóctel es claro:

↑ Cortisol → más estrés, menos presencia.

↓ Dopamina → menos motivación y disfrute.

↓ Corteza prefrontal → menor capacidad de tomar decisiones objetivas.

Incluso las mentes más capaces se desconectan de su confianza cuando más la necesitan.

La buena noticia: el cerebro puede reentrenarse

El síndrome del impostor no es un defecto de personalidad, es un circuito modificable. La neuroplasticidad permite reescribirlo. Aquí tres prácticas respaldadas por la neurociencia para comenzar a trabajar:

 1. Archivo de logros: tu historial es más fuerte que tu duda

Escribe 5 logros a lo largo de tu vida (no tienes que haber ganado un premio Nobel, esa carrera de 5 K que te hiso sentir bien cuenta). Para cada uno, responde:

  • ¿Qué habilidades usaste?
  • ¿Qué superaste?
  • ¿Qué aprendiste?

Esto reactiva tu hipocampo con memoria positiva y da evidencia concreta contra tu voz crítica.

2. Anclajes somáticos: regula el estrés desde el cuerpo

  • Coloca tu mano en el pecho.
  • Inhala 4, exhala 6.
  • Repite: “Estoy aquí. Estoy listo.” “Voy a hacer lo mejor que pueda hoy.”

Activar el nervio vago reduce el cortisol y restaura la claridad.

3. Pensamiento intencional: entrena tu corteza prefrontal

Repite a diario frases que conecten con hechos reales:

“Tengo experiencia.”
“No necesito ser perfecto.”
“He superado retos mayores.”

Esto activa la red ejecutiva del cerebro, reemplazando la crítica automática por autoliderazgo.

Amelia no está fingiendo, está actualizando su historia:

El síndrome del impostor no significa que no seas capaz. Significa que tu cerebro aún no ha actualizado los datos.

Y puedes reescribir tu narrativa:

  • Una donde el éxito se vive con presencia, no con miedo.
  • Una donde tu lugar se habita, no se cuestiona.
  • Una donde ya no necesitas “demostrar”, solo recordar quién eres.

Nos leemos la próxima semana.
Hasta entonces… Háblate bonito.

Por: Blanca Mery Sánchez
*La autora es máster en neurociencia aplicada al alto rendimiento y la felicidad, escritora, conferencista y directora de la compañía Mente Sana.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Chile.