Según el Ministerio del Medio Ambiente, en 2023 Chile recicló apenas un 4% de los residuos domiciliarios generados. Pero el dato más preocupante es otro: la gran mayoría de esa cifra proviene de iniciativas urbanas y metropolitanas.
Por años, el reciclaje en Chile ha sido una conversación concentrada más bien en Santiago. Sin embargo, si queremos avanzar en una economía verdaderamente circular -y capturar las oportunidades que nos ofrece como país- es indispensable mirar más allá de la capital y poner el foco en las regiones. Porque además de ser justo estratégico.
Hoy, las cifras nos muestran un problema estructural. Según el Ministerio del Medio Ambiente, en 2023 Chile recicló apenas un 4% de los residuos domiciliarios generados. Pero el dato más preocupante es otro: la gran mayoría de esa cifra proviene de iniciativas urbanas y metropolitanas. En regiones, el reciclaje sigue siendo más promesa que realidad.
La Ley REP (Responsabilidad Extendida del Productor), que obliga a los productores a hacerse cargo de sus residuos, ha sido un paso adelante. No obstante, su implementación ha sido desigual. Muchas comunas fuera de Santiago no cuentan con infraestructura básica como puntos limpios, rutas diferenciadas de recolección o centros de acopio. De hecho, de las 346 comunas del país, menos de la mitad tiene algún tipo de gestión sistematizada de reciclaje, y la mayoría depende de programas piloto o alianzas puntuales con privados.
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Esta realidad no solo genera una brecha ambiental, también una económica. Las regiones podrían transformarse en polos de valorización de residuos, atrayendo inversión, innovación y empleo. Pero sin herramientas adecuadas, no podrán competir. ¿Por qué no fomentar parques industriales verdes fuera de la Región Metropolitana? ¿Por qué no descentralizar los fondos del Fondo para el Reciclaje -que en 2024 ascendió a más de 3.000 millones de dólares- para priorizar comunas que aún no cuentan con infraestructura?
El otro gran desafío es la logística. Transportar residuos valorizables desde zonas extremas hasta centros de procesamiento es costoso y muchas veces inviable. Esto impone la necesidad de desarrollar capacidades locales. La tecnología existe: plantas móviles de reciclaje, compostaje comunitario, soluciones modulares. Lo que falta es voluntad política y visión estratégica.
En lugares como Valdivia, Punta Arenas o Coquimbo ya se están desarrollando experiencias exitosas que muestran que sí es posible. Lo que hace falta ahora es escalar esas experiencias, conectar a los recicladores de base con nuevos modelos de negocio y, sobre todo, garantizar que el reciclaje no sea un lujo urbano, sino un derecho y una responsabilidad compartida en todo el país.
Chile tiene la oportunidad de liderar en América Latina una descentralización verde. Para eso, debemos dejar atrás el centralismo también en el reciclaje. Las regiones no solo deben ser parte de la solución: pueden y deben ser el motor del cambio.
*El autor es Director Ejecutivo de Integradora Thinking