Los hubs tecnológicos, diseñados con altos estándares, son el motor para reactivar mercados, pues no solo promueven y facilitan el desarrollo de emprendimientos científico-tecnológicos, sino también cuentan con incentivos para que esas empresas sigan operando en territorio nacional una vez superada la etapa temprana, dejando el valor en el país que invirtió en su desarrollo.

Una máxima de la economía es que los aumentos salariales no respaldados por incrementos en productividad se traducen en inflación, fenómeno dañino para cualquier sociedad. En ese sentido, la única forma estructural de aumentar dicha productividad es vinculando las capacidades de los trabajadores con empresas de valor agregado que operan con altos márgenes. Solo así, los talentos de las personas se maximizan y los incrementos salariales son posibles, sin presionar los precios al alza. No existe el aumento de productividad por decreto.

En Chile, esta realidad es especialmente compleja. La mayoría de nuestros productos son de bajo valor agregado, con un 70% de exportaciones concentradas en commodities, siendo el cobre más del 50%. La solución puede ser simple, pero no necesariamente sencilla: construir una economía basada en empresas científico-tecnológicas que desarrollan productos y servicios innovadores y escalables, las cuales, al posicionarse en el mercado, logran precios elevados y márgenes atractivos.

Esto no significa renegar de las industrias basadas en recursos naturales, que han sido un pilar fundamental en el desarrollo económico del país, sino más bien caminar hacia un modelo que transfiera tecnología a estos sectores y de esta forma mejoren su propuesta de valor y rentabilidad.

¿Cómo cambiar este destino? La experiencia internacional demuestra que los hubs tecnológicos, diseñados con altos estándares, son el motor para reactivar mercados, pues no solo promueven y facilitan el desarrollo de emprendimientos científico-tecnológicos, sino más importante aún, cuentan con incentivos para que esas empresas sigan operando en territorio nacional una vez superada la etapa temprana, dejando el valor en el país que invirtió en su desarrollo.

Para lograrlo, es prioritario crear las condiciones necesarias para atraer talento altamente calificado, especialmente extranjero, ya que tienen la libertad de elegir dónde trabajar. De hecho, las personas con alta especialización no solo anhelan buenos sueldos y proyectos desafiantes; también priorizan una excelente calidad de vida.

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Un hub tecnológico en un entorno atractivo y funcional puede ser un imán para científicos, emprendedores e inversionistas, convirtiéndose en un motor de desarrollo nacional. Por eso, es vital ubicarlos en lugares donde las personas quieran vivir y no solo desarrollarse profesionalmente, aunque sea tentador instalarlos en ciudades con alto desempleo o con problemas sociales. Es aquí donde las regiones pueden convertirse en protagonistas de esta transformación, ya que tenemos una oportunidad única para aprovechar los paisajes, la calidad de vida, la escala humana y el talento local como ventajas competitivas.

En ese sentido, el desafío más grande que enfrentamos como nación, no es financiero, sino estratégico. El futuro de Chile está en la audacia de apostar por dinamizar nuestra economía hacia una de mayor valor agregado, a través de las industrias del conocimiento, y en la decisión de convertir a nuestras regiones en el corazón de esta metamorfosis. Solo así construiremos emprendimientos que no solo compitan, sino que sean líderes en el escenario global.

*El autor es Emprendedor Endeavor y CEO Kura Biotech