El balotaje se definirá el próximo 30 de octubre entre ambos candidatos en un Brasil muy polarizado

Tras un intenso voto a voto, las elecciones presidenciales de Brasil se definirán en una segunda vuelta el próximo 30 de octubre, entre el actual presidente ultraderechista Jair Bolsonaro, y el izquierdista Lula da Silva.

Da Silva, líder del Partido de los Trabajadores, ganó en primera vuelta con el 48,4% frente a Bolsonaro, quien logró un 43,2%, con casi la totalidad de los votos escrutados,.

Varias encuestas de opinión habían mostrado que Lula aventajaba a Bolsonaro por entre 10 y 15 puntos porcentuales antes de la votación del domingo. El resultado, mucho más ajustado, ha hecho desaparecer las expectativas de una rápida resolución de unas elecciones muy polarizadas en la cuarta mayor democracia del mundo.

POSICIONES ENCONTRADAS

Observadores políticos habían dicho que un amplio margen de victoria para Lula podría restarle apoyo a Bolsonaro para impugnar los resultados electorales, pero la votación del domingo, que prolonga una elección tensa y violenta por otras cuatro semanas, revitaliza la campaña del presidente.

“La extrema derecha es muy fuerte en todo Brasil”, dijo Carlos Melo, politólogo de la escuela de negocios Insper. “La victoria de Lula en segunda vuelta es ahora menos probable. Bolsonaro llegará con mucha fuerza a la reelección”.

Algunos sondeos apuntaban a que Lula podría obtener más del 50% de los votos válidos, lo que le permitiría evitar la segunda vuelta contra su acérrimo rival, pero a medida que los resultados se iban conociendo se mostró improbable.

Fuera de la casa de la familia de Bolsonaro en el barrio de Barra da Tijuca de Río de Janeiro, escenario de jubilosas celebraciones cuando Bolsonaro fue elegido en 2018, el ambiente era cada vez más optimista.

Maria Lourdes de Noronha, de 63 años, dijo que sólo el fraude podría impedir una victoria de Bolsonaro, y añadió que “no lo aceptaremos” si pierde. “Las encuestas en nuestro país, los medios de comunicación y los periodistas, son mentirosos, sinvergüenzas,” dijo.

Aunque terminó su gobierno de 2003 a 2010 con una popularidad récord, Lula es ahora odiado por muchos brasileños después de haber sido condenado por aceptar sobornos.

El izquierdista fue encarcelado durante las últimas elecciones, pero su condena fue posteriormente anulada por el Tribunal Supremo, lo que le permitió enfrentarse a su rival Bolsonaro este año.

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LOS CANDIDATOS ANTE LA SEGUNDA VUELTA

Al votar en Sao Bernardo do Campo, Lula reconoció el dramático giro de su suerte tras un proceso que califica de político.

“Es un día importante para mí”, dijo. “Hace cuatro años no podía votar porque era víctima de una mentira (…). Quiero intentar ayudar a mi país a volver a la normalidad”, agregó.

Bolsonaro votó en Río, donde dijo que esperaba ganar las elecciones en la primera ronda del domingo, a pesar de su mal resultado en las encuestas, que según él no recogen su apoyo popular.

El legislador aprovechó la reacción contra el Partido de los Trabajadores de Lula para lograr la victoria en 2018, uniendo a los sectores de la derecha brasileña, desde los cristianos evangélicos hasta los intereses agrícolas y los defensores de las armas.

Bolsonaro ha desmantelado las protecciones ambientales e indígenas para el regocijo de agricultores y mineros ilegales, al tiempo que ha impulsado una agenda antigay y antiaborto.

Su popularidad se ha resentido desde la pandemia de coronavirus, que él calificó de “pequeña gripe”. Los escándalos de corrupción también obligaron a ministros a abandonar su Gobierno y pusieron en el punto de mira a sus hijos.

Sin embargo, la votación del domingo demuestra que su apoyo está lejos de derrumbarse.

Las propuestas de Lula para Brasil han sido poco detalladas, pero promete mejorar la suerte de los pobres y de las clases trabajadoras de Brasil, como hizo como presidente entre 2003 y 2010, cuando sacó a millones de personas de la pobreza y afianzó la influencia mundial de Brasil.

FORBES STAFF/REUTERS.

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