Pese a la vuelta a la presencialidad, las universidades chilenas han roto fronteras y adoptaron el e-learning. El fenómeno transforma la educación y reta viejos prejuicios y expande oportunidades, incluso frente a la competencia internacional

Compañeros de clase atrapados en cuadrículas y profesores que solo son voces detrás de una pantalla de presentación: esta fue la realidad de muchos estudiantes durante la emergencia sanitaria de 2020.
A pesar de que la transición digital fue forzada, tres años después, las instituciones de educación superior en Chile no han vuelto por completo al modelo tradicional de aulas físicas, sino que se han adaptado y evolucionado en esta nueva normalidad.

Según el Servicio de Información de Educación Superior (SIES) del Ministerio de Educación del país, en los últimos cinco años, la matrícula de programas de educación a distancia ha aumentado un 208,1%. En el pregrado, el mayor incremento en matrículas en 2023, en comparación con 2022, ocurrió en esta modalidad, sumando casi 28.000 estudiantes. En el posgrado, esta modalidad representa el 12,2% del total.

Patricia Rojas, subdirectora de Educación Continua de la Universidad de Chile (UChile), explica que esta tendencia es transversal a todas las disciplinas. “Además del aumento significativo de programas nuevos que optan por el e-learning, los programas históricos también están evolucionando hacia lo online o el b-learning”, añade.

Luz Montero, vicerrectora de Posgrado de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), señala que las divisiones entre lo presencial y lo virtual se están volviendo más difusas, especialmente debido a la experiencia durante la pandemia. Además, “para el alumno, ya no es relevante si es completamente en línea, asíncrono o sincrónico, o híbrido, ya que todas estas combinaciones ofrecen flexibilidad”, dice.

Esta flexibilidad es una de las principales razones por las que el e-learning se ha convertido en una opción popular para programas de posgrado y educación continua. Las clases sincrónicas permiten la conexión en tiempo real con el profesor, mientras que las clases asíncronas brindan independencia para gestionar el tiempo y combinarlo con el trabajo.

Además, el e-learning ha disminuido la barrera de acceso a la educación. En el caso de la Universidad de Chile, ubicada en la Región Metropolitana, solo el 48% de los estudiantes de educación continua vive en la capital, mientras que el resto se conecta desde otras regiones y un 12% lo hace desde otros países. Para Claudia Halabi, la directora de Educación Contínua de la Pontificia Universidad Católica de Chile (UC), también ha aumentado la eficiencia del aprendizaje. “En general, ha aumentado el promedio de notas y calidad de los trabajos que entregan, y disminuido los tiempos que te piden para entregar el trabajo”, dice.

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Calidad versus prejuicio

“Los prejuicios sobre la calidad del e-learning provienen de la era del Internet 1.0, cuando los MOOC [cursos en línea masivos y abiertos] eran completamente individuales y asíncronos”, explica Rojas. “Con el ascenso del e-learning, hemos creado nuevos diseños instruccionales que no se limitan a trasladar lo que se hacía en una sala de clases a una pantalla”, agrega.

Por ejemplo, la Universidad Andrés Bello (UNAB) trabaja con la plataforma Canvas, que permite al alumno estudiar tanto desde sus computadoras como desde sus celulares, y fomenta la participación activa. Además, la institución cuenta con sistemas de seguimiento de deserción.

“En algunos programas en línea, los estudiantes deben lidiar con tres aspectos: el aprendizaje, la tecnología y su propia disciplina”, explica Emilio Escobar, vicerrector de Desarrollo Profesional de la universidad. “Cuando los estudiantes reciben apoyo, pueden enfocarse al 100% en aprender”.

Sin embargo, todos los entrevistados concuerdan en que una debilidad del aprendizaje en línea es la falta de oportunidades de networking, es decir, la capacidad de establecer conexiones.

Las universidades, sin embargo, han incorporado actividades que fortalezcan este aspecto, como espacios de encuentro y colaboración entre estudiantes, reuniones con la industria y eventos con el alumnado.

Nuevos players internacionales

Al derrumbarse la barrera del espacio y tiempo gracias al Internet, las ofertas de educación online globales también llegaron a Chile.

Por ejemplo, las estadounidenses MIT, Harvard o Stanford ofrecen cursos en línea en edX y Coursera, plataformas de MOOC.

A pesar de esta competencia, las universidades locales mantienen ventajas que atraen a los potenciales estudiantes. La credencial de una universidad acreditada y reconocida es un factor importante. Además, la cultura local y la accesibilidad a estudiantes de otros países de América Latina son ventajas clave. Finalmente, el costo también es más competitivo que los cursos de posgrado en universidades del norte global.

Pero no por estas ventajas las universidades chilenas se han quedado atrás. Es más, han establecido unidades dedicadas a la educación en línea, como UAI Online, Unab Online y la Oficina de Educación Online de la UChile. También han forjado alianzas internacionales para globalizar la oferta académica a distancia.

Pese a los avances, según Montero la evolución del e-learning va a ser continua. “La educación en línea está íntimamente ligada a la tecnología, entonces las universidades debemos practicar lo que predicamos: estar arriba de la transformación digital”, dice.

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